Texto 13 El poder mediático-ideológico en Santiago del Estero
La casi totalidad de los medios de información o “desinformación” sería más acertado decir, descartando internet y algunos portales en el mismo, funcionan como una usina de aquellos temas de “Interés de Estado”, que es casi todo directa o indirectamente deformado o modelado a la realidad que más le conviene a la casta política, que suele poner en circulación el pensamiento único que previamente ha sido elaborado en la Secretaria de Información o de Prensa o Difusión.
El gobierno reconoce la importancia de la información y de la cultura en el pueblo, sabe que un pueblo informado además culto es peligroso. La pretendida ideología surrealista basada en oníricos imaginarios se desvanece con los datos del INDEC o de la UNICEF, o de algún instituto, organización o fundación que revelan sobre la situación social o económica de la provincia. Y en eso no hay Dakar o GP, que tapen o escondan la cruda realidad.
Si de algo sirve las ideologías autoritarias, es machacar y restringir libertades básicas, privando a las masas del conocimiento y de la cultura más elemental sobre las propiedades del conocimiento, de las relaciones sociales de asociación y organización política como herramienta para la transformación y el crecimiento de la sociedad. Lo que vemos es un intento de desestructurar, desorientar y manipular las masas hasta su alienación.
Solo sirve y es auspiciado lo gestionado por los “intelectuales orgánicos” en su tarea de dominar, someter y generar pensamiento único, que solo pretende generar sumisión y obediencia al poder. Si se enterase Gramsci, Jauretche o Mariátegui, por citar algunos, volvería espantados a su tumba.
En ese objetivo de vaciar las mentes de su capacidad de pensar-conocer y decidir, por sí mismo, en realidad es exactamente la misma intencionalidad que tiene esta “casta política”, que controlan y deciden desde la “pauta oficial” a los medios, solo que ahora con otros medios más sofisticados, donde sobresalen los medios mediáticos de manipulación.
Y es que, la intención de desproveer del conocimiento a las grandes masas del pueblo para despolitizarla, sobre todo a la clase trabajadora, pues el conocimiento es el arma que más temen los malandras, y todo aquel que su actividad política está basada en las mentiras y en la manipulación para aprovecharse de su ignorancia.
La proclamada libertad de prensa, siempre lo entendieron como su propia libertad, la de una casta de políticos, libertad para mentir y deformar la realidad, siempre a su mezquina conveniencia. Del mismo modo que las numerosas fundaciones y otros arietes ideológicos del régimen y los Think tank para aquellos sectores más cultos de las universidades, empresariados, etc., para modelar cerebros en la falsa idea de la “democracia santiagueña”.
Texto 14 Los poderes del Estado
Llamaremos poderes políticos, centrándonos en el caso del Estado santiagueño, aquella variada forma o ramificaciones del poder del Estado. Hacemos referencias a los poderes que fueron incluidos en la Constitución y considerados como jurídicamente “legales”, serían los tres poderes clásicos mencionados y algunos más no mencionados o de forma marginal suelen tener una finalidad de defender, consolidar y legitimar el Poder del Estado santiagueño y a su “casta” dominante en el poder.
El Tribunal Superior de Justicia, los Fiscales de Estado, los Juzgados y los diferentes estamentos judiciales, son los que van a determinar si los hechos políticos son legales o ilegales, y por extensión democráticos.
Tienen numerosos cuestionamientos de que, son dependencias subordinadas al Poder Ejecutivo (una burocracia viciada por décadas de corrupción endógena).
Para entender la función política de un gobierno en la tarea de administrar los recursos y el presupuesto del Estado, no solo es determinante la naturaleza de ese partido político, sino que también y sobre todo es de suma importancia de la estructura estatal. Nos estamos refiriendo a los ciertos a los cientos de funcionarios fijos y permanentes estructurados y articulados a todos los aparatos del Estado.
Funcionaría de un modo cuando está al servicio de las clases trabajadoras y de los sectores más postergados de nuestra provincia, pero, lo que vemos es que, esta gigantesca burocracia está viciada y contaminada con los hábitos y necesidades del propio sistema capitalista prebendario, periférico, depredador, clientelar y corrupto.
En cuanto, a la Iglesia Católica santiagueña no deja de ser otra cosa que el aparato “espiritual” del Estado, y forma parte del entramado ideológico, de sus rituales y de la iconografía del gobierno. Salvo algunas honrosas excepciones como lo fue el Monseñor Sueldo y otros integrantes de las comunidades de base, la Iglesia santiagueña fue y es un poder que legitima y consolida el Régimen.
Todo este arsenal espiritual e ideológico al servicio incondicional del Estado santiagueño, no emite ni una sola crítica o reproche a los constantes “desmanes” del poder, y solo se escuchan voces aisladas.
Violaciones a los derechos humanos, detenciones indebidas, apremios ilegales, persecución, hostigamiento policial, desapariciones, crímenes no resueltos, manifestaciones prohibidas, represión, despidos a empleados por no pensar o disentir con el gobierno de turno, huelgas de hambre y más, todas ignoradas por la alta jerarquía de la Iglesia. Miran al costado, a cambio de garantizar, seguramente su financiamiento, su poder económico.
Cuanta extrañez al Monseñor Sueldo, a su Iglesia y a su labor pastoral.
Para los poderes fácticos uno de los aspectos estratégicos y fundamentales en el diseño del “Nuevo Santiago”, sería la configuración de los partidos políticos y de su actitud ante el Estado. Esto es, partidos, partiditos, “sellos de goma”, “rellenos democráticos” sumisos y legitimadores del poder del Estado. Dirigentes que habían resistido a la dictadura, había enfrentado las políticas neoliberales de Menem y sus representantes en la provincia (que hoy muchos son funcionarios del actual gobierno provincial), otros que se opusieron férreamente al juarismo, con coraje y honestidad, en su gran mayoría, hoy aparecen como domesticados y burocratizados, en papeles tristes y de vergonzantes complicidades ante las tropelías del actual gobierno provincial.
Esta partidocracia compuesta por técnicos en política, profesionales, aventureros, mercenarios y oportunistas, que entienden a la política como una profesión bien pagada al servicio del Estado y de sus poderes fácticos, estimulados por los consabidos “extras” económicos que el gobierno proporciona. Es una militancia que solo busca el favoritismo laboral o prebendas por parte del gobierno. Y de vez en cuando los “social oportunistas” y revolucionarios con “subsidios y de cotillón”, organizan seminarios, congresos o se hacen los de “ideologías de izquierda”, para buscar subvenciones, facilidades en la organización donde sobran recursos públicos y privados. Y lo más esencial, la carencia más absoluta de un ideario político.
Charlatanes que nos prometieron cambio político que iban a beneficiar a los más humildes y postergados de nuestro Santiago del Estero, cuando solo engañaron y todo siguió igual o hasta peor. Solo les importó de disponer y usufructuar “parcelas de poder” para beneficio propio y en él mientras tanto pregonaban una “falsa” militancia altruista y desinteresada. Pero vendieron su dignidad y sus servicios y hasta su propia alma, a los grupos de poder que detentan el gran capital y auténtico poder sin que les importe legislar, mentir, intervenir, falsear, expropiar, encarcelar, destruir familias, amenazar y perseguir, solo para satisfacer los mandatos de la insaciable avaricia del “gran capital” y sus responsables directos del sufrimiento y de la ruina de miles de santiagueños, a la vez que reciben sus generosos premios por sus servicios.
Su único contacto y muestra de interés con el mundo del trabajo y sus intereses se suele limitar al período electoral y a sus promesas vacías, lo cual los deslegitima como representantes de la clase trabajadora, del pueblo. Pero que se puede esperar de estos “líderes de salón” y “bufones de unidad básica».
Por Hugo R. Manfredi