Para ponernos en contexto
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo. Éxodo 32, 7-11. 13-14.
“Para que beban los cobardes
Durante el cruce del Sinaí, a cada instante los israelitas tratan de huir de la férrea mano de Moisés. En una pesadilla de cuarenta años, un pueblo de cobardes sigue a Moisés, a quien parece unirlos sólo el miedo.
Frente a cada dificultad, respuesta es siempre idéntica: en ningún momento el pueblo se une a su líder para enfrentarla juntos. A cada instante añoran los buenos tiempos de la idolatría y la esclavitud, mientas le expresan el continuo reproche por haberles quitado las cadenas.
Ante una de las rebeliones, Moisés cava un pozo para darles de beber (…) Llegan agobiados por el sol implacable, miran con odio el cielo de metal, “y como no hubiese agua para la congregación juntáronse contra Moisés y Aarón. Y regaño el pueblo con Moisés y hablaron diciendo: “-ojalá que nosotros hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh! ¿Y por qué hiciste venir la congregación de Yaveh a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? ¿Y por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este mal lugar? No es lugar de sementera, de higueras, de viñas, ni granadas, ni aun de agua para beber”. (Números, cap. 20).
En forma coherente con la relación que tiene con ellos, Moisés no intenta hablarles. No les hace promesas, ni procura tranquilizarlos, ni siquiera para evitar el motín inminente. Los deja quejándose y se va a rezar al tabernáculo, a pedir alguna inspiración divina. Afortunadamente la recibe:
“-Toma la vara, y reúne a la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la pena en ojos de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás agua de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias.
“Y juntaron Moisés y Aarón la congregación delante de la peña y dijéronle: “-Oíd ahora, rebeldes: ¿os hemos de hacer salir aguas de esta peña?
“Entonces alzó Moisés su mano e hirió la peña con su vara dos veces: y salieron muchas aguas, y bebió la congregación y sus bestias” (…) “Tuvieron sed y te invocaron –dice-, de una roca abrupta se les dio agua, de una piedra dura, remedio para su sed. En vez de la fuente perenne de un rio enturbiado por una mezcla abundante”. (Sabiduría, 11: 4-7 (C)). Esto está escrito en el siglo I a.C., con los judíos asentados en su tierra. Ya no hay que amenazar a los que se someten a los babilonios, sino fortalecer la unidad del pueblo. Maleable como el agua, la historia de Moisés, el agua y la roca se adapta a cada necesidad. (…)”. En Brailovski, Antonio. “La Ecología en la Biblia”, Edit. Planeta, Bs. As., 1993, Cap. 10, pag. 136-140.
Ahora bien, volvamos al título original.
Segundo Desayuno de trabajo 2008
“El camino del éxodo como metáfora de la liberación”. Diálogo entre Elisa Carrió y Santiago Kovadloff
13 de mayo de 2008.
Santiago Kovadloff: (…) nos hemos reunido aquí para pedirles que nos acompañen en una tentativa de mirar la coyuntura política desde una perspectiva de reflexión que quiere honrar la tradición y, en particular, la tradición bíblica en la que ambos vemos permanentemente una reflexión rica para poder indagar y explorar nuestro presente. No se trata de reducir una realidad a la otra; se trata de entender qué metáforas son las que, proviniendo de una tradición de dos mil o tres mil años y aún más, pueden ayudarnos a explorar lo que hoy sucede y necesitamos comprender.
La metáfora del éxodo, como ustedes saben, remite a uno de los libro del Pentateuco. Sin querer detenernos abusivamente en la descripción de los contenidos del libro del éxodo, lo menos que puede decirse desde la perspectiva de quienes habitamos este país y lo creemos más interesante de lo que es -lo cual quiere decir más afianzado en el orden institucional y en el cumplimiento de la ley y de la convivencia- lo menos que puede decirse es que el camino del éxodo es el camino del aprendizaje. Nadie termina con la esclavitud si no aprende a ser libre progresivamente; no se pasa de la esclavitud a la libertad, se pasa de la esclavitud a la responsabilidad del aprendizaje. Toda vez que se presume que es posible el pasaje directo de la esclavitud a la libertad, se equivoca el camino de la maduración. Puede madurase si se capitaliza el sufrimiento; de no capitalizarse el sufrimiento no habrá aprendizaje, habrá compulsión, habrá histeria, habrá indignación, pero no habrá aprendizaje. Creo yo que hoy la Argentina está empeñada en aprender, en transformar su padecimiento en una escuela de reflexión y aprendizaje político, social y convivencial. De nosotros depende que ese aprendizaje sea perdurable y no cese en la presunción de una victoria definitiva. Creo yo que es muy importante no confundir el progreso que se alcanza en el orden del aprendizaje y de la madurez cívica con la otra presunción, que es la de haber alcanzado, de una buena vez, la meta que uno se fijó. El pueblo judío ingresa a la Tierra Prometida para aprender a habitarla definitivamente, no ingresa a ella para instalarse jactanciosamente. Ahí, creo yo, podemos leer otra metáfora de lo que es una auténtica democracia. La democracia es afianzamiento en el aprendizaje de la ley y la convivencia y de la justicia social. Es aprendizaje. Esto significa que no hay manera de consumar un proyecto democrático cuando es auténticamente democrático, porque la presunta consumación de ese proyecto equivale al abandono del ideal del crecimiento constante. Por eso las democracias son infrecuentes, son difíciles, pero también posibles, porque lo posible es el poder seguir avanzando en la dirección de una utopía que es inspiradora en la medida en que nunca se la confunde con los logros que uno alcanza, logros que sin duda son indispensables. Por eso también creo que si Lilita está aquí y ha dado título a este encuentro, es porque ese título quiere reunir algo que usualmente no se reúne: el ejercicio de la vida política, de la vida cívica con la lectura. Leer no es un hábito, es una actividad infrecuente, pensar es infrecuente y, en el campo de la política, las consignas suelen reemplazar a la reflexión. Tratar de escapar del espacio de las consignas, tratar de hacer de la política un espacio que reconcilie al pensamiento con la vocación democrática y a la concepción del poder como un servicio de la ley, esto es lo que, creo yo, nos inspiró a todos hoy para estar aquí, (…) Me parece que es sano que en la política argentina no haya sentido del oportunismo, sí sentido de la oportunidad, pero no del oportunismo. (…) Esperar es ejercer el don de la esperanza, la esperanza que no es la ilusión de que las cosas van a andar mejor, sino la convicción de que el presente da indicios de transformación. Ningún diagnóstico sobre la actualidad es verdadero si es terminante, ningún diagnóstico sobre nuestra realidad y presente es descriptivo sino ve los matices que son indicio de transformación latente y real (…).
Elisa Carrió: la verdad es que cuando fijamos este título yo sabía que a él (Kovadloff) le iba a gustar, y también hay que seducirlo porque si no se resiste, es un artista.
Es muy interesante la metáfora de la salida de Egipto. Yo agregaría algunas cosas a lo que decía Santiago y que, a mi criterio, ya están en el Génesis. Yo creo que la libertad se funda en el Génesis y se funda como trabajo. Él dice que es aprendizaje, es lo mismo. Pero creo que la libertad se funda ya en el Génesis, y después allí en la salida de Egipto, como el mayor trabajo del hombre, y que da sentido a la vida del hombre. Y es muy interesante volver al relato mítico del hombre porque me parece que ahí hay unas riquezas que son maravillosas. Ustedes saben que Adán y Eva están en el Jardín del Edén y allí había varios árboles; si Yahvé hubiera querido que hubiese un solo árbol, hubiera existido un solo árbol, sin embargo había varios y, entre ellos, había dos árboles que a mí me parecen maravillosos: uno, del conocimiento, del mal y del bien, que es de donde finalmente come Eva, en una especie de opción, pero también de predestinación para fundar la libertad, porque al comer del árbol del conocimiento funda la libertad humana, no se convierte en la pecadora, en realidad es la fundadora de la libertad humana, (…) Y después hay otro árbol que es el árbol de la vida. Entonces tenemos el árbol del conocimiento a partir del cual podemos entender qué es el libre albedrío: tu libertad va a ser un trabajo porque vas a tener que elegir entre varias posibilidades de conducta, y el libre albedrío consiste justamente en la elección de esas posibles conductas. En cambio, si hubiera comido del otro árbol, que es el árbol de la vida y que a partir de que Eva come comienzan a encerrar ese árbol de la vida, lo cierran para que ella no lo toque; ese árbol de la vida es el árbol de la unidad, cuando la voluntad del sujeto se une definitivamente a la voluntad del padre, en consecuencia, es el uno, es el cosmos, ahí no hay posibilidad de mal, hay una especie de vida eterna, es una gracia. En cambio, si hubieran comido directamente del árbol de la vida, por gracia, no hubiera podido ni equivocarme, pero tampoco elegir.
Ahora miren la secuencia que en todo caso plantea eso: yo que tengo el libre albedrío para elegir –y la libertad parece estar más ligada al bien, es como un libre albedrío ejercido en el juego correcto- no puedo llegar al árbol de la vida. En consecuencia, ¿en qué consiste la libertad? El trabajo de la libertad consiste en ir trabajándonos interiormente, como trabajo, para llegar al árbol de la vida. Por eso cuando ven todas la lecturas de la Biblia hebrea y todas las fiestas del pueblo judío y también el Apocalipsis de Juan en el mundo cristiano, piensen qué es lo que se pide: se pide se inscriptos en el libro de la vida. Y en Juan van a tomar agua del río de la vida, inscriptos en el árbol de la vida, y finalmente es el enorme trabajo de un ser humano hacia la equiparación. Es impresionante, porque de la libertad de elección se pasa a la renuncia del yo y, luego, a la obediencia a la voluntad del padre. Y que es un trabajo y que cuesta lo explica Getsemaní: aparta de mí este cáliz, pero que se haga de tu voluntad y no la mía. Esa es la entrega del sujeto, la entrega del yo. Y en la salida de Egipto los diálogos entre Moisés y Yahvé son buenísimos. En primer lugar, cuando Yahvé le dice a Moisés que él tiene que liberar al pueblo que está esclavo, y Moisés le dice que él es un desastre, que no sabe hablar. Pero ¿qué es lo que hace que el liberador, que es un desastre en términos de perfección mundana, sea elegido? El corazón y el afecto. Entonces, en principio, la salida es una gracia, pero también es una fe, y ahí me quiero detener.
Todo el mundo cree que los únicos que tienen fe son los creyentes; la verdad es que la condición humana es fe, porque si ustedes creyeron que podían llegar acá salvos es por fe. (…) Quiero decir que toda nuestra vida, desde lo más elemental, es pura fe: que vamos a vivir muchos años, que a nuestros hijos nunca les va a pasar nada, que dentro de media hora todos los que estamos acá vamos a seguir vivos; es pura fe. El problema, me parece, es que la humanidad tiene que entender que ya que somos pura fe como condición humana, la fe tiene que ser más sutil, (…), por qué no creer en la trascendencia, por qué no creer en la dignidad, por qué no creer en mitos de origen, aunque sea como metáforas de origen. La salida es una fe, pero la salida es confusa, que es lo que se está viendo hoy en los diarios; en realidad, estamos saliendo hace bastante tiempo como trabajo y como aprendizaje, pero estamos entre el faraón que camina hacia el Mar Rojo y el pueblo que camina pasando el Mar Rojo. (…) Entonces, esa es la confusión de un pueblo que va saliendo, porque la metáfora para mí es la Argentina va saliendo y el gobierno está atrás, y esto es lo peor. La peor mirada es si se entiende mal la metáfora y el pueblo va para un lado y el gobierno para otro. Es la peor mirada que nosotros vamos a combatir; la correcta mirada es que nosotros vamos saliendo a la libertad, a la república y que la luz es la fe, y la fe es la fe de que lo vamos a lograr, es la fe de ir a la alianza que es la ley, que estructura, que ordena, que divide, que limita y que funda.
Nosotros estamos yendo a la responsabilidad, vamos a Sinaí, las tablas, que en la versión laica sería La República. No hay que mirar atrás ni confundirse con el oportunismo que está rodeando el Mar Rojo. Si uno corre la vista para atrás se confunde, esa es la mujer de Lot, no mires para atrás. La mirada es por fe y para adelante. Y, por otro lado, hay otro dialogo de Moisés, que para mí representa al resto de La Argentina, en que pese a todo el aprendizaje y el sufrimiento anterior, el pueblo quiere volver a los ídolos y fabrica el becerro de oro. Y por eso la libertad es un trabajo, porque siempre está la tentación de la idolatría. Moisés se indigna, está harto del pueblo, porque el pueblo también es esto. Pero después recapacita y dice “al final este es mi pueblo”. Entonces, viene el dialogo quizás más maravilloso del Éxodo: Yahvé estaba furioso y dice que él va a castigar severamente a ese pueblo infiel y traidor, y Moisés que acababa de romper las tablas, no desobedeció a Dios. La única desobediencia que Moisés tiene a Dios es orar ante él, esto es muy interesante. Moisés que le hace caso a lo largo de todo el trayecto, lo desobedece en un solo punto que es cuando el otro dice “ahí va mi venganza” y Moisés ora y clama el perdón. Esa es la única desobediencia que siempre está permitida. Y ahí Yahvé pronuncia algo que es maravilloso y que va a servir mucho en La Argentina: “yo escuché tu clamor, yo perdono a tu pueblo, pero no va a quedar sin castigo”. Es decir, una cosa es el perdón y otra es la responsabilidad. Ahí empieza el trabajo como responsabilidad, como servicio (…)
Santiago Kovadloff: quería reflexionar sobre varios puntos que tocó Lilita recién. Creo que ella señaló algo que para nosotros es fundamental y es la diferencia entre transformación subjetiva y mutación estratégica, de lo que podríamos llamar una metamorfosis externa y un cambio interior. Me parece que cuando ella aludía a ese repertorio de políticos que se preparan para capitalizar la crisis desde una posición puramente circunstancial y oportunista, se refería precisamente a todo lo que la historia política argentina muestra la validez de aquella sentencia de Lampedusa en Gatopardo: “si queremos que las cosas sigan como están, es preciso que cambien”. Uno de los males más profundos de nuestro país es la transformación aparente. Es decir, la permanencia de quienes consideran el poder como un fin en sí mismo, y no como una herramienta de transformación de la República. Esto es muy importante porque si justamente la transformación no es interior, si la transformación no es lenta, no es paciente en la militancia, lo único que nos queda es el sostenimiento en la apariencia. (…) Esto es terrible, porque cuando la apariencia queda al desnudo como tal, lo que se advierte es la confusión, la falta de claridad, de proyecto, la necesidad de seguir simulando identidad.
Uno de los momentos más elocuentes del éxodo es el momento en que el pueblo judío se cansa del tránsito por el desierto y pide el retorno a Egipto, entiende que la esclavitud compensa más que el esfuerzo de la libertad, porque brinda certeza. Y lo cierto es que el esfuerzo de la libertad no brinda certeza, brinda sentido, pero no certeza. La certeza como abolición del trabajo de construcción permanente es antidemocrática y es anti-subjetiva. Entonces, creo yo que esto que estamos conversando ayuda a entender que las metáforas tradicionales, bíblicas contribuyen a que nosotros tengamos un discurso responsable y no de sujeción dogmática. No se trata de obedecer la palabra escrita; se trata de ver como esa palabra puede ayudar a avanzar en el camino de la conceptualización de nuestra experiencia, no se trata más que de eso. Y otro punto que es muy interesante es la pasión por la idolatría. La pasión por la idolatría es la pasión por el retorno a la esclavitud. ¿Qué es la idolatría en términos contemporáneos? La sujeción a la palabra de otro que no nos hace lugar. Esto es el verticalismo despótico del poder contemporáneo: no hay un hombre que habla por todos nosotros, hay un hombre que habla sin nosotros. Y esta sujeción del discurso excluyente es una pasión de la política entendida como poder sin fines republicanos, sin fines constitucionales, sin construcción democrática. Me parece que justamente buena parte de la inactualidad y de la falta de ubicación que muchas veces se le atribuyó al discurso de Lilita, proviene del hecho de que no hemos sabido entender la diferencia entre un discurso político, que no es coyunturalista sino que es estructural, y un discurso oportunista, que sólo aspira a satisfacer la inmediata necesidad de ser feliz.
(…) Justamente la coincidencia básica que encuentro entre la salida de la esclavitud y el camino por el desierto que estamos intentando es que es una tarea que, como bien decías vos, sólo puede ser asumida como responsabilidad personal; personal quiere decir que no es responsabilidad del partido, sino de personas, donde cada uno de nosotros es indelegable e irremplazable, porque la persona es sagrada porque es irremplazable, porque no tiene correlato en otro. En el verticalismo despótico en que estamos viviendo, la sustitución del otro hasta se repite de una manera códica en la repetición de los apellidos. Todo da lo mismo.
Por último, estamos delante de una concepción de la política que no está reñida con la educación, todo lo contrario. Partimos de la convicción profunda que no hay civismo sin educación. Si la tradición del pensamiento, en el orden que ustedes quieran desde la tradición bíblica hasta la filosófica y estética, no nutre el ejercicio de la política, no hay construcción porque no hay espera. Yo creo que ella es quien mejor ha expresado, para escándalo del coyunturalismo en el que vivimos, esta convicción. (…) Porque el pensamiento está anquilosado en el fracaso de la repetición y, cuando esto ocurre en el campo de la política, un matiz innovador es ininteligible, sólo gradualmente se puede entender mediante la capitalización del sufrimiento (…)
Elisa Carrió: antes de seguir hay un salmo que es maravilloso: “el Señor es mi pastor, nada me puede pasar. Pasarás por oscuras quebradas, no tengas miedo que yo te haré dormir en verdes praderas”, porque si no el tránsito no es fácil. Y ahí está el tema de la certeza y de la seguridad, que es tan moderno como antiguo. El problema de la certeza y del sentido es que no hay anclaje material. Uno puede caminar muy seguro por esas oscuras quebradas cuando uno entiende cabalmente el sentido de la vida, porque lo que otorga certeza y seguridad es el sentido de la vida. Si uno sabe que el sentido de la vida está en esa fe, en esa responsabilidad y en esa libertad nada le puede pasar, porque en realidad lo peor que puede pasar es perder el sentido de la vida. El oportunismo en ese lugar tiene un anclaje material, por eso funciona en la coyuntura; funciona en tanto puede apoyarse, se apoya en el caos porque tiene que tener un anclaje material para operar. En cambio, la única certeza es que uno camina por el sentido de la vida, y nada puede ser peor que perder el sentido. Decir la verdad del sentido de la vida, aunque te golpeen y te persigan, es mucho mejor que renunciar a decirla. Porque renunciar a decirla implica una carga, un castigo a tu sentido de la vida que es imposible de sobrellevar, es estar muerto.
Volviendo a la metáfora, ya no de la salida del pueblo, ya no del trabajo y la libertad, es ver en la Biblia hebrea como se construye el relato cuando Dios separa, discierne, discrimina y otorga victorias y derrotas. Y es muy interesante ahí la derrota de los dominadores. La derrota de los dominadores nunca es por enfrentamiento directo, sino por enfrentamiento entre los propios dominadores, es la famosa teoría de los reinos asolados. Es el enfrentamiento entre ellos, se confunden; San Pablo dice “Dios los vuelve insensatos antes de llevárselos”. Es maravilloso. Es decir, la insensatez, la propia lógica de la insensatez enfrenta a los propios dominadores entre ellos y no a los que se liberan de ellos (…) Y ustedes si van viendo las secuencia, se dan cuenta que los fanáticos de ayer son traidores de hoy. Como cuando se derrumban los muros de Jericó: no es el pueblo el que enfrenta al faraón, el pueblo sale; el faraón es el que se confunde y queda encerrado. En los muros de Jericó se camina alrededor y, finalmente, se desmoronan los muros.
Y la historia de Ideón es divina. El tipo va teniendo un ejército, primero de 3.000 hombres, después se le van mil, ya quedaba sin nadie el pobre Ideón, entonces dice “vos para qué me mandás a liberar y me decís que voy a derrotar no recuerdo a quién era –este diálogo intimista con Dios, porque a Dios hay que tratarlo así en la intimidad, hay que tutearlo, (…)- e Ideón le pregunta qué tiene que hacer y Yahvé le contesta “son tan pocos para que nunca crean que fueron ustedes”. ¡Qué bárbaro! Y esto también se parece a lo que después va a decir Pablo, con esa maestría extraordinaria, que es “esa es la debilidad que opera la fuerza de Dios”, no piensen jamás que es en la fuerza del ser humano donde opera la fuerza de Dios; es en la profunda debilidad, incluso del pecado, cuando opera la fuerza, porque ahí permite la transmisión de una fuerza trascendente. Entonces, esto también es una metáfora. En este punto hay que dejar que los que dominaron, los que mintieron se enfrenten entre ellos, uno no tiene que hacer nada.
(…) La Argentina que va caminando tiene que cuidarse mucho de los ambiguos y de los cobardes, porque el trabajo de la responsabilidad y de la libertad no es para ambiguos ni para cobardes, porque esos no sostienen. Lo que tiene la Argentina si bien son verdes praderas, también es el arduo trabajo, y también va a ver muchas veces la necesidad de volver a Egipto. Y quiero decir que la libertad pesa (…)
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