Benedicto XVI, amigo de la razón

Hoy hemos conocido la noticia de la muerte de Benedicto XVI. Una de las personalidades más influyentes del siglo XX. Un pensador de nuestro tiempo. «Amigo de la razón», según Jürgen Habermas. Pudo debatir cara a cara, según Francisco Umbral,“con los iconos del ateísmo sin apearse de sus zapatos rojos”. Referente indiscutible no sólo para la Iglesia Católica, sino también para el mundo del pensamiento en general. Teólogo especialmente dotado e inteligente. Uno de los grandes por su capacidad espiritual y teológica, como bien nos recuerda uno de sus mejores discípulos y actual Arzobispo de Viena, el dominico Mons. Christoph Schönborn.

Con tristeza y agradecimiento despedimos al joven profesor, pensador y teólogo; al incansable investigador y escritor; al Arzobispo de Múnich y Frisinga, nombrado unos meses más tarde Cardenal por Pablo VI; al Prefecto de la Congregación, hoy Dicasterio, para la Doctrina de la Fe; al anciano Papa -emérito- de la Iglesia Católica. Muchas serán las referencias que se publicarán estos días, con motivo de su fallecimiento, sobre su personalidad y aportación al pensamiento teológico. También sobre su quehacer como Prefecto de la Congregación y sobre su Pontificado desde el 19 de abril de 2005 hasta su renuncia el 11 de febrero de 2013. Su legado adquiere varias dimensiones y facetas. No deja indiferente a nadie. Ni a los católicos y miembros de la Iglesia, ni a los diversos grupos y sectores de la sociedad en general. Es una personalidad a considerar en nuestra historia más reciente.

Joseph Aloisius Ratzinger fue, ante todo, un pensador comprometido con el tiempo que le tocó vivir. Su configuración de la existencia viene marcada desde la infancia por la experiencia de la fe vivida en su entorno familiar tradicional bávaro. Las celebraciones litúrgicas de la fe, gozosamente vividas en las parroquias que conoció de niño, le configuraron como persona y creyente de tal manera que se convirtieron en fuente permanente de su pensamiento y de su teología. Esta experiencia cristiana, que se va consolidando en el curso de su vida, es la base de su pensamiento teológico. El anclaje de la celebración litúrgica en el acto fundante de la fe hace que tenga un lugar en el conjunto de nuestra existencia. La fe se puede y se debe pensar para entenderla, explicarla y defenderla, pero sobre todo se ha de vivir y celebrar. De aquí podemos deducir fácilmente cuál ha de ser el papel del creyente, del teólogo y el suyo propio.

Para Benedicto XVI creer es tomar postura ante los grandes interrogantes existenciales y sobre nuestro destino. Dos preguntas le acompañan en la evolución de su pensamiento teológico: ¿Por qué creemos? y ¿Cómo debemos encontrarnos con Dios? Ambas cuestiones ayudan al hombre, según su parecer, a comprenderse correctamente. Jesucristo, presente en la Escritura y en la Liturgia y en su relación con la Iglesia y con María, será el núcleo de su reflexión teológica. Cuatro palabras configuran el rostro de su teología: Amor, Verdad, Belleza y Esperanza. Entre los pilares teológicos y ontológicos de su pensamiento, se encuentra la persona y el significado que para ella tienen lo que los vocablos mencionados expresan. No debemos olvidar que la especulación teológica se alimenta de las fuentes bíblicas y patrísticas, pero sin olvidar la historia del pensamiento y de la cultura.

Para el anuncio del mensaje cristiano, Ratzinger insiste tanto en la fe como en la razón y de la relación entre ambas se deduce su idea sobre la teología, la catequesis y la predicación. Finalmente, en lo que se refiere a la misión, resultan interesantes sus afirmaciones sobre el ministerio y la Eucaristía, con importantes consecuencias para la teología ecuménica, la creación, las religiones y la relación de la Iglesia con el mundo.    

benedict XVI luz y cruz

Sus reflexiones filosóficas y teológicas, escritas en miles de páginas, permanecerán en el tiempo. Más fiel a la tradición de san Agustín y de san Buenaventura apreció bien a santo Tomás. Su alta estima por el Doctor Angélico se basó especialmente en su modo dialogal de encarar la verdad y en su magistral armonización de la fe y de la razón. Agradeceremos siempre sus preciosas y clarividentes catequesis sobre santo Domingo de Guzmán; sobre san Alberto Magno; sobre santo Tomás de Aquino, en su triple vertiente: como filósofo, como teólogo y como educador; y, finalmente, sobre santa Catalina de Siena. Su claridad de lenguaje y la singular pedagogía con la que expone la aportación de estas grandes figuras de la Orden dominicana fomenta el conocimiento de nuestra tradición, promueve sus valores e ilumina nuestro presente para toda la Iglesia.

Los principales temas de su reflexión filosófica y teológica siguen siendo la fuente fundamental de nuestra predicación. Así las denomina Giancarlo Castillo:

  • El amor a la verdad, presente en todas sus obras. Para Benedicto XVI la finalidad última del hombre es conocer a la Verdad, aquella misma Razón creadora que, en el amor, ha llamado a los hombres a la existencia.
  • Sus razonamientos contra el relativismo, haciendo ver al mundo que la última medida de todas las cosas no es el yo ni su devenir caprichoso.
  • El concepto de razón abierta. En sus obras podemos sumergirnos en los bellos argumentos que nos llevan a una razón que se abre a la totalidad, que se ensancha y es capaz de valorar todo lo que de verdadero y bueno tiene el mundo y la realidad.
  • La racionalidad de la fe. Su defensa a ultranza de una fe que puede ser expresada, cómo no, en el debate público. La fe puede ser parte de un diálogo propositivo y racional en cualquier ámbito del conocimiento, ya que la fe, “puede ser explicada, porque es racional”.
  • La belleza de la fe. El Papa emérito nos mostró en no pocas de sus intervenciones públicas, en sus homilías y catequesis, la belleza de la fe. Su sensibilidad musical le ayudó, sin duda alguna, a ello.

Por Jesús Diaz Sariego, OP.

Lectura sugerida.

HOMILÍA DEL CARDENAL JOSEPH RATZINGER
Lunes 18 de abril de 2005

Is 61, 1-3. 6, 8-9  /  Ef 4, 11-16  /  Jn 15, 9-17

En esta hora de gran responsabilidad, escuchemos con particular atención cuanto nos dice el Señor con sus mismas palabras. De las tres lecturas quisiera elegir sólo algún pasaje, que nos concierne directamente en un momento como este.

La primera lectura presenta un retrato profético de la figura del Mesías, un retrato que recibe todo su significado desde el momento en que Jesús lee este texto en la sinagoga de Nazaret, cuando dice: «Esta Escritura se ha cumplido hoy» (Lc 4, 21). En el centro del texto profético encontramos una palabra que, al menos a primera vista, parece contradictoria. El Mesías, hablando de sí mismo, dice que ha sido enviado «a proclamar el año de misericordia del Señor, día de venganza de nuestro Dios» (Is 61, 2). Escuchamos, con alegría, el anuncio del año de misericordia: la misericordia divina pone un límite al mal, nos dijo el Santo Padre. Jesucristo es la misericordia divina en persona: encontrar a Cristo significa encontrar la misericordia de Dios. El mandato de Cristo se ha convertido en mandato nuestro a través de la unción sacerdotal; estamos llamados a proclamar, no sólo con palabras sino también con la vida, y con los signos eficaces de los sacramentos, «el año de misericordia del Señor». Pero ¿qué quiere decir Isaías cuando anuncia el «día de venganza del Señor»? Jesús, en Nazaret, en su lectura del texto profético, no pronunció estas palabras; concluyó anunciando el año de misericordia. ¿Fue este, quizás, el motivo del escándalo que se produjo después de su predicación? No lo sabemos. En todo caso, el Señor hizo su comentario auténtico a estas palabras con la muerte en la cruz. «Sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo…», dice san Pedro (1 Pe 2, 24). Y san Pablo escribe a los Gálatas: «Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: «Maldito todo el que está colgado de un madero», a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa» (Ga 3, 13-14).

La misericordia de Cristo no es una gracia barata; no implica trivializar el mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora. Quema y transforma el mal en el sufrimiento, en el fuego de su amor doliente. El día de venganza y el año de misericordia coinciden en el misterio pascual, en Cristo muerto y resucitado. Esta es la venganza de Dios: él mismo, en la persona de su Hijo, sufre por nosotros. Cuanto más nos toca la misericordia del Señor, tanto más somos solidarios con su sufrimiento, tanto más estamos dispuestos a completar en nuestra carne «lo que falta a las tribulaciones de Cristo» (Col 1, 24).

Pasemos a la segunda lectura, a la carta a los Efesios. Aquí se trata, en sustancia, de tres cosas: en primer lugar, de los ministerios y de los carismas en la Iglesia, como dones del Señor resucitado y elevado al cielo; luego, de la maduración de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, como condición y contenido de la unidad del cuerpo de Cristo; y, por último, de la participación común en el crecimiento del cuerpo de Cristo, es decir, de la transformación del mundo en la comunión con el Señor.

Detengámonos sólo en dos puntos. El primero es el camino hacia «la madurez de Cristo»; así dice, simplificando un poco, el texto italiano. Según el texto griego, deberíamos hablar más precisamente de la «medida de la plenitud de Cristo», a la que estamos llamados a llegar para ser realmente adultos en la fe. No deberíamos seguir siendo niños en la fe, menores de edad. ¿En qué consiste ser niños en la fe? San Pablo responde: significa ser «llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina…» (Ef 4, 14). ¡Una descripción muy actual!

¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14). A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos.

Nosotros, en cambio, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. Debemos madurar esta fe adulta; debemos guiar la grey de Cristo a esta fe. Esta fe —sólo la fe— crea unidad y se realiza en la caridad. A este propósito, san Pablo, en contraste con las continuas peripecias de quienes son como niños zarandeados por las olas, nos ofrece estas hermosas palabras: «hacer la verdad en la caridad», como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo coinciden la verdad y la caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, la verdad y la caridad se funden. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como «címbalo que retiñe» (1 Co 13, 1).

Vayamos ahora al Evangelio, de cuya riqueza quisiera extraer sólo dos pequeñas observaciones. El Señor nos dirige estas admirables palabras: «No os llamo ya siervos…, sino que os he llamado amigos» (Jn 15, 15). Muchas veces nos sentimos —y es la verdad— sólo siervos inútiles (cf. Lc 17, 10). Y, sin embargo, el Señor nos llama amigos, nos hace amigos suyos, nos da su amistad. El Señor define la amistad de dos modos. No existen secretos entre amigos: Cristo nos dice todo lo que escucha del Padre; nos da toda su confianza y, con la confianza, también el conocimiento. Nos revela su rostro, su corazón. Nos muestra su ternura por nosotros, su amor apasionado, que llega hasta la locura de la cruz. Confía en nosotros, nos da el poder de hablar con su yo: «Este es mi cuerpo…», «yo te absuelvo…». Nos encomienda su cuerpo, la Iglesia. Encomienda a nuestras mentes débiles, a nuestras manos débiles, su verdad, el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; el misterio de Dios que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único» (cf. Jn 3, 16). Nos ha hecho amigos suyos, y nosotros, ¿cómo respondemos?

El segundo modo como Jesús define la amistad es la comunión de las voluntades. «Idem velle, idem nolle», era también para los romanos la definición de amistad. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 14). La amistad con Cristo coincide con lo que expresa la tercera petición del padrenuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». En la hora de Getsemaní Jesús transformó nuestra voluntad humana rebelde en voluntad conforme y unida a la voluntad divina. Sufrió todo el drama de nuestra autonomía y, precisamente poniendo nuestra voluntad en las manos de Dios, nos da la verdadera libertad: «No como quiero yo, sino como quieres tú» (Mt 21, 39). En esta comunión de voluntades se realiza nuestra redención: ser amigos de Jesús, convertirse en amigos de Jesús. Cuanto más amamos a Jesús, cuanto más lo conocemos, tanto más crece nuestra verdadera libertad, crece la alegría de ser redimidos. ¡Gracias, Jesús, por tu amistad!

El otro aspecto del Evangelio al que quería aludir es el discurso de Jesús sobre dar fruto: «Os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca» (Jn 15, 16). Aparece aquí el dinamismo de la existencia del cristiano, del apóstol: os he destinado para que vayáis… Debemos estar impulsados por una santa inquietud: la inquietud de llevar a todos el don de la fe, de la amistad con Cristo. En verdad, el amor, la amistad de Dios se nos ha dado para que llegue también a los demás. Hemos recibido la fe para transmitirla a los demás; somos sacerdotes para servir a los demás. Y debemos dar un fruto que permanezca. Todos los hombres quieren dejar una huella que permanezca. Pero ¿qué permanece? El dinero, no. Tampoco los edificios; los libros, tampoco. Después de cierto tiempo, más o menos largo, todas estas cosas desaparecen. Lo único que permanece eternamente es el alma humana, el hombre creado por Dios para la eternidad. Por tanto, el fruto que permanece es todo lo que hemos sembrado en las almas humanas: el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Señor. Así pues, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a dar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así la tierra se transforma de valle de lágrimas en jardín de Dios.

Por último, volvamos, una vez más, a la carta a los Efesios. La carta dice, con las palabras del salmo 68, que Cristo, al subir al cielo, «dio dones a los hombres» (Ef 4, 8). El vencedor da dones. Estos dones son: apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros. Nuestro ministerio es un don de Cristo a los hombres, para construir su cuerpo, el mundo nuevo. ¡Vivamos nuestro ministerio así, como don de Cristo a los hombres! Pero en esta hora, sobre todo, roguemos con insistencia al Señor para que, después del gran don del Papa Juan Pablo II, nos dé de nuevo un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría. Amén.

Joseph Ratzinger, en una homilía memorable, le dio nombre al peligro: dictadura del relativismo. En el vídeo, un trozo de su texto.

También.

«No es misión del Estado traer felicidad a la humanidad. […] Tampoco es cometido del Estado convertir el mundo en un paraíso […]. Por eso, cuando lo intenta, se absolutiza y traspasa sus límites.»

Murió Pelé 1940 – 2022

El artista del fútbol que llevó a Brasil a la cima del mundo y decidió sentarse allí.

La noticia recorre el mundo con una velocidad supersónica, reflejo de la grandeza de una personalidad que trascendió las fronteras de su ámbito: el fútbol. Ganador de tres mundiales con Brasil (Suecia 1958, Chile 1962 y México 1970), su selección le debe buena parte del status que todavía la acompaña. Bautizado como Edson Arantes do Nascimento, O Rei está sentado en la mesa de los mejores de su deporte en toda la historia, un espacio que disfrutó ocupar hasta sus últimos días. Murió hoy, a los 82 años, en un hospital de San Pablo, al que había ingresado repetidamente en los últimos meses para que lo trataran de un tumor de colon que padecía desde hacía años. Había nacido el 23 de octubre de 1940 en Tres Corações, estado de Minas Gerais. El niño que limpiaba zapatos Tenía 10 años. Hacía calor en Três Corações, un municipio ubicado en el sur de Minas Gerais. Siempre hacía calor, entre las malezas, la tierra, un par de vasos vacíos, trozos de comida de ayer y una pelota de trapo. En una casilla sin futuro, Celeste Arantes, su madre, estaba cansada de tanto fregar, de tanto pelotazo. Y lo mandó a un rincón: el pequeño Edson –un homenaje a Thomas Edison, porque cuando nació se prendieron las primeras luces en su barrio-, se iba a perder la final entre Brasil y Uruguay, un choque de guapos en Río de Janeiro. Atorrante y habilidoso, espió lo que iba a marcar su vida: al rato, Dondinho, su papá, se puso a llorar como nunca antes. Había una radio a todo volumen: las voces decían que el milagro se convertiría, para siempre, en el Maracanazo. Ese día, el 16 de julio de 1950, Edson Arantes do Nascimento cambió la historia, de una vez y para siempre: decidió que iba a ser futbolista. Y se convirtió en uno de los mejores de todos los tiempos. O Rei. La primera camiseta número 10. No habrá otro igual en Brasil: fue el genio de la sonrisa infinita.

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Pelé, en andas, tras ser campeón del mundo con el seleccionado brasileño

Aquel niño limpiaba zapatos, un modo de ayudar económicamente a su papá, que había sido un fugaz futbolista en Fluminense y Atlético Mineiro; una fractura desbarató su carrera. Había que arremangarse y, en el mientras tanto, escuchaba y aprendía: a lustrar botas, primero, a gambetear al destino, tiempo después. En casa lo llamaban Dico, “el hijo de un guerrero”. En la escuela le decían Pelé, de modo despectivo. Lo cargaban por su tamaño, lo señalaban porque no hablaba con fluidez. El martirio del sobrenombre se convirtió en una bandera: había nacido Pelé. Aunque nadie lo sabía. Le habría gustado ser piloto, pero el sueño duró poco luego de ver, en vivo, un accidente de aviación. La pelota tuvo una relación hipnótica con el crack universal: siempre hizo lo que le sugería. De derecha, de izquierda, de cabeza, con clase, con potencia. “El Santos de Pelé” convirtió al fútbol en magia y, de las tres Copas del Mundo alcanzadas –algo que parece imposible de replicar–, la de 1970 fue el fútbol total. Fue una época dorada: casi todos los equipos jugaban con cinco delanteros.

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Septiembre de 1968, chilena de Pelé durante un partido amistoso jugado contra Bélgica en Río de Janeiro.

Tenía 17 años y estaba lesionado en Suecia 1958. El adolescente, el fenómeno, iba a escribir la primera revolución. “Cuando fui al estadio Nya Ullevi de Gotemburgo, había 50.000 personas con ganas de ver al pequeño niño negro que llevaba el número 10. Muchos me vieron como una especie de mascota”, contó alguna vez. Con Garrincha y Didí crearon un festival de toques, amagos y goles, más propios de un ballet que de un campo de juego. A los diez minutos de la segunda parte, se estableció la obra cumbre: recibió dentro del área un pase desde el sector izquierdo; con un “sombrero”, dejó a un lado a Gustavsson y sin dejar caer la pelota marcó el 3-1. El niño –era un niño–, selló el resultado final (5-2) con un cabezazo demoledor en el último minuto. En andas, reía y lloraba con la copa entre sus manos. Eran otros tiempos. Al cumplir 18, tuvo que prestar servicio militar como recluta en el Sexto Grupo de Artillería Motorizada de Santos. Marcó goles, ganó partidos. Y dio la vuelta olímpica también en el ejército de Brasil.

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21 de junio 1970, Pelé festeja un gol durante la final de la Copa del Mundo jugada contra Italia en el estadio Azteca de la ciudad de México.

México 70, su obra más grande Más modesta fue su participación en Chile 1962, pero le bastó para marcar dos tantos y replicar la gloria. México 70 fue la cumbre: ya nada fue igual. El 4 a 1 sobre Italia fue un canto de sirenas y estableció otros nombres que lo arroparon para ser cada día más grande: Carlos Alberto, Gerson, Jairzinho, Rivelino y Tostao. La maravilla de los cinco 10: allí se convirtió en el Rey, un déspota del gol. No corría: levitaba. No gambeteaba: era un bailarín. No fue a Europa: su casa fue Santos, una garantía para los ojos y las estadísticas –fueron 25 títulos– entre 1956 y 1974. Tiempo después, acabó la faena en Cosmos, un invento norteamericano para no quedase lejos del fenómeno. Jugó su último partido en Nueva Jersey el 1° de octubre de 1977, luego de haber anotado 1284 goles en su carrera, según sus propios registros. Sin embargo, para la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol (IFFHS) las anotaciones oficiales fueron 757.

Las polémicas también fueron parte de su historia. Primero, Maradona. Más tarde, Messi. Su verborragia estuvo a tono con su grandeza. Allá arriba, desafiante, luminosa. “Cuando Messi haya marcado 1283 goles y ganado tres Mundiales, hablamos”, llegó a decir. “Los récords están para romperse, pero va a ser difícil superar los míos. La gente me pregunta todo el tiempo cuándo va a nacer otro Pelé. ¡Nunca! Mi padre y mi madre cerraron la fábrica”, solía contestar, tantas veces desafiante. “Conmigo, nadie sabía con qué pierna iba a tirar, jugaba con las dos. También metí muchos goles de cabeza”, recordaba, de modo risueño.

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Pelé y Lionel Messi, un premio de un crack a otro.

Sus ocurrencias llegaron al cielo mucho antes. “Hoy los jugadores mandan besitos a las cámaras y aparecen en el mundo entero. En mi época, teníamos que ir a todos los países para ser conocidos. Sólo me faltó jugar en la Luna para conquistar la fama”, advertía. Su –a veces, simpática– soberbia, alcanzaba la estatura de su magia sobre el césped. Y no ofrecía comparaciones: “Diego fue un gran jugador, pero apenas tenía pie derecho y no cabeceaba bien. Y Messi es casi una copia de Maradona”. Más allá de los títulos, de la polémica de los 1000 goles, de Cruyff y Diego, de Di Stéfano y Leo, al final de la historia, Pelé fue único. Alguna vez, llegó a elogiar al rosarino: “Me hubiera gustado compartir equipo con Messi. Es el jugador más completo de la actualidad. Tiene talento, da asistencias, pasa la pelota, convierte goles y esquiva bien. Si estuviéremos juntos en un equipo, los rivales deberían preocuparse por dos jugadores en vez de uno”. Años atrás, se cantaba en las canchas argentinas: “Maradona es más grande que Pelé”. Era un grito de guerra, más allá de la genuina admiración por la Perla Negra, otro de sus apodos.

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Primer partido de Pelé en Cosmos, en el estadio de los Giants.

Su vida fue una película. Tuvo tres parejas estables –la última, a los 75 años–, mantuvo una relación con Xuxa, tuvo 8 hijos, fue actor y cantante. Escape a la victoria es un film de culto, ícono del deporte en la pantalla grande. Osvaldo Ardiles fue parte de él, con estrellas como Michael Caine, Max Von Sydow y Sylvester Stallone. Tocaba muy bien la guitarra y se inclinaba por los automóviles de alta gama. Su hijo Edinho (Edson Cholbi Nascimento), ex arquero de Santos, fue detenido en junio de 2005 por su participación en el tráfico de drogas; en mayo de 2014 fue condenado a 33 años y cuatro meses de prisión por lavado de activos provenientes del narcotráfico. Sandra Regina Machado, otra de sus hijas, murió víctima del cáncer el 17 de octubre de 2006. Los dolores de la vida no lo quebraron. La “ley Pelé” En 1977 fue nombrado embajador de las Naciones Unidas y le fue entregada la condecoración “Ciudadano del Mundo” por parte de la ONU. También fue incluido en el Comité de Juego Limpio de la FIFA y fue Embajador de Buena Voluntad de la Unicef. Logró que la FIFA se uniera con Unicef para organizar la Copa del Mundo de 2002 en Corea y Japón, para dedicarla a los niños. En 1994 fue nombrado como asesor ejecutivo en Santos y hasta Ministro de Deportes; se promulgó en Brasil la “Ley Pelé”, que suscribe que en cuanto se acaba el contrato de un jugador con su club, debe renovarse automáticamente o dejarlo en libertad de acción.

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Dos glorias del fútbol mundial: Pelé junto al alemán Franz Beckenbauer, en 2015.

Siempre le susurraron al oído. Y la verdad, lo merecía. Fue un imposible. Los más grandes lo arroparon con frases poco convencionales. Dijo Franz Beckenbauer: “Es el jugador más completo que jamás he visto”. Dijo Bobby Charlton: “A veces siento que el fútbol se inventó para este jugador mágico”. Dijo Johan Cruyff: “Pelé fue el único futbolista que sobrepasó los límites de la lógica”. Dijo Alfredo Di Stéfano: “Maradona, Messi y Cristiano Ronaldo son grandes futbolistas, pero Pelé era el mejor”. Dijo Michel Platini: “Está el Pelé hombre y el Pelé jugador. Para jugar como Pelé hay que jugar como Dios”. Y César Menotti resumió el asunto con su pluma: “El mejor de todos fue Pelé. Una mezcla de Cruyff, Maradona, Di Stéfano y Leo Messi”.

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Pelé, besado por Diego Maradona, ante la sonrisa de Vladimir Putin, el presidente de Rusia, durante el sorteo del Mundial de Rusia 2018.

Tuvo depresión: en los últimos años, sufría de serios dolores de cadera, le costaba caminar, se sujetaba a una silla de ruedas –”mi nuevo coche”, sonreía– y no salía de su casa. “Es como si Dios ya me estuviera pidiendo la cuenta”, asumía, jamás indiferente. Y hasta se le extrajo un tumor en el colon, la herida que resultó el golpe definitivo. Cuando flaqueaba, se arropaba en la nostalgia de su padre, el que quiso ser un jugador famoso y acabó envuelto en lágrimas. “Estaba en casa con otros jugadores para escuchar el partido, ya que no teníamos tele. Entonces, vi a mi padre llorando. No entendí por qué lloraba, porque siempre me habían dicho que los hombres no lloran. Le dije ‘Papá, no llores. Voy a ganar la Copa del Mundo por vos. Por favor, no llores…’”. Pelé no inventó el fútbol, una tarea de un grupo de ingleses de otro siglo. Hizo algo superador: lo convirtió en una obra de arte. El vacío que deja es para siempre.

Texto de Ariel Ruya, 29 de diciembre de 2022, para La Nación.

Bonus Track.

QEPD.

Lectura: La ciudad de los 15 minutos. Confinamiento climático

Esto de @velardedaoiz3 , distópico pero altamente posible todo lo que describe. No lo dejen sin leer.

«La tomadura de pelo de la ‘emergencia climática’ está durando demasiado tiempo, y es muy peligrosa».

La mañana del 22 de diciembre de 2024, Mary Willows recibió la triste llamada que esperaba desde hacía tiempo. Su íntima amiga, Amy Goodbody, a la que no veía desde que esta se mudó a Londres para recibir la mejor atención médica posible, había perdido la batalla que libraba desde hace casi un año contra un cáncer de hígado. Pese a haber recibido un tratamiento experimental de quimioterapia e inmunoterapia, la detección del tumor había sido tardía y nada pudo hacerse frente a la enfermedad, que acabó adueñándose no solo de su hígado sino de varios órganos vitales hasta el fatal desenlace. 

Mary, profesora de Filosofía en la Universidad de Oxford y residente en uno de los barrios más lujosos de la histórica ciudad perteneciente al Sexto Distrito, eligió un elegante traje de chaqueta negro de su armario, disimuló con un ligero maquillaje la tristeza de sus ojos, se despidió de su marido y cogió las llaves de su Tesla Model 3 para dirigirse hacia el tanatorio de la capital inglesa donde yacían los restos mortales de la madrina de John, su hijo mayor.

Bajo un cielo gris plomizo y una ligera llovizna, conducía en modo casi automático mientras su mente recorría numerosos recuerdos de los años universitarios vividos con aquella a la que casi consideraba su hermana. El silencio del motor de su coche le permitía escuchar los engranajes de su pensamiento y el impacto de las gotas de lluvia sobre su parabrisas. Dejando a su derecha el Jardín Botánico de Oxford, y poco más de media milla tras cruzar el Puente de la Magdalena sobre el Río Cherwell, afluente del Támesis, camino de la autopista A40, Mary salió de su ensimismamiento al oír una sirena y observar por el retrovisor un vehículo de policía que le hacía obvias señas para que se detuviese. 

Mary accionó el intermitente izquierdo, fue reduciendo su velocidad y finalmente estacionó su coche en el arcén, mientras esperaba resignada a que los agentes le indicasen qué norma de tráfico había infringido, preparada para aceptar la denuncia, firmarla y continuar su marcha. «Vaya día», pensó para sí.

  • Buenos días, señora. Por favor, enséñeme su permiso de conducción y la documentación del vehículo.
  • Buenos días, agente. ¿Qué es lo que he hecho mal?, preguntó con una sonrisa nerviosa, mientras localizaba en la guantera y su cartera los papeles.
  • Tiene usted que regresar a casa, Sra. Willows.
  • ¿Cómo? Lo siento, pero eso no va a ser posible. Tengo que ir a Londres por un asunto personal urgente y no puedo posponer mi viaje. Dígame qué es lo que he hecho, aceptaré la multa correspondiente y continuaré mi camino.
  • Eso no va a ser posible, señora. Ha incumplido usted la Ley de Emergencia Climática, concretamente la norma de las 100 salidas.
  • ¡No puede ser!  Lo miré hace apenas dos semanas y no llevaba ni 85.
  • Lo siento, señora, pero el sistema de vigilancia inteligente de nuestro Centro de Datos Climáticos no comete errores. Esta es la salida número 101 de los vehículos de su hogar durante 2022. Las últimas dos semanas, además de las dos salidas semanales habituales del vehículo de su marido, se ha producido casi a diario una salida del Renault Zoe de sus hijos.
  • Dios, tiene que haber sido mi hijo John. Quizá haya ido a ver a su nueva novia a Abingdon. Ha diluviado estos días y en vez de desplazarse en bicicleta como acostumbra habrá ido en coche.
  • Quizá sea eso, señora. Si desea ver el registro horario, no tenemos problema en mostrárselo. En cualquier caso, ha sobrepasado usted las 100 salidas. Hasta el 1 de enero no puede usted abandonar el Sexto Distrito.
  • Lo siento, pero es absolutamente preciso que continúe mi viaje, señor agente. Tengo que asistir a un funeral en Londres.
  • Haberlo dicho antes. En estos casos se aplica la excepción H3, y podrá usted continuar su viaje. ¿Qué familiar ha fallecido?
  • Mi mejor amiga, casi una hermana.
  • En ese caso lo lamento, señora, pero tiene usted que regresar a su distrito. La normativa H3 solo es aplicable para fallecimientos de familiares en primer grado de consanguineidad.

En 2016, la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, hizo popular el término «la ciudad de los 15 minutos».  Con este nombre, acuñado por el científico y urbanista francocolombiano Carlos Moreno, se hace referencia a un concepto residencial urbano según el cual todos los ciudadanos pueden tener, a una distancia máxima de 15 minutos caminando o en bici, todas o la mayor parte de sus necesidades cubiertas: atención médica, peluquería, centro de trabajo, supermercados, ocio, colegios, etc.

Supuestamente, ese concepto de ciudad será mucho más atractivo para sus ciudadanos, que no tendrán que perder el tiempo en grandes desplazamientos, permitirá un mayor contacto social entre vecinos y, por supuesto, reducirá la contaminación y los gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático. En definitiva, será algo parecido al pueblo de toda la vida, pero construido al lado de otro pueblo, y este al lado de otro más, etc. Por supuesto, nadie se ha preguntado por qué, si la gente abandonó el pueblo para ir a vivir a la ciudad, va a desear volver a vivir en un pueblo, por muy completa que sea su dotación de servicios.

Este artículo comienza con una situación aparentemente distópica, ambientada en un futuro muy cercano. Ya les gustaría a algunos ciudadanos del condado de Oxfordshire (los que aún conserven la sensatez y cierto amor por la libertad individual) que todo fuera fruto de mi imaginación. A partir de 2024, la situación descrita puede perfectamente suceder en Oxfordshire. Su gobierno laborista ha acordado dividir el condado en seis distritos que tendrán todas o la mayor parte de las necesidades cubiertas en un radio de 15 minutos andando o en bicicleta. Los ciudadanos tendrán que registrar ante las autoridades del condado todas las matrículas de los vehículos de su hogar, y podrán solicitar autorización para abandonar su distrito en su vehículo privado hasta 100 veces al año. Eso sí, no 100 veces por vehículo, sino 100 veces por hogar (si tienes tes vehículos, 100 veces entre los tres). Habrá entre esos seis distritos controles de tráfico que permitirán a la policía vigilar y obligar al cumplimiento de la norma. La idea es, como siempre, velar por la salud de los ciudadanos, que disfrutarán de un aire más limpio y una vida más sana. Lo quieran ellos o no, eso sí.

Desde que, con ocasión de la pandemia, los ciudadanos permitimos disparates tales como las restricciones de movilidad que nos impidieron desplazarnos a nuestros segundos domicilios (cuyos impuestos continuamos pagando religiosamente), que nos encerraran en nuestras casas a las 11 de la noche durante meses (supongo que porque el virus era benigno durante el día, volviéndose súper contagioso entre las 11 y las seis de la mañana), tener que llevar mascarilla en un taxi pero no en un restaurante (por supuesto, mientras comes el virus es educado y no osaría contagiarte, no como en el transporte público), y una gama de disparates dignos de figurar algún día en el Museo de Locuras Caprichosas, situaciones como la que describo al comienzo de este artículo planean peligrosamente sobre nuestro futuro, no solo sobre el presente de los ciudadanos de Oxford.

Durante la crisis de la pandemia, en julio de 2020, el Grupo de Liderazgo Climático de las ciudades C40, engendro fundado en 2005 con el ‘loable’ objetivo de ‘salvar el planeta’ reduciendo la huella climática de las ciudades miembros (actualmente 97, 40 en 2006, cuando se acuñó el nombre del ‘club’), publicó un artículo llamado «Cómo reconstruirnos mejor con la ciudad de los 15 minutos», basado en el concepto urbanístico arriba descrito.

Poco después, en 2021, ese mismo ‘club’ publicó un estudio realizado con ayuda de la Universidad de Leeds y la consultora Arup (que factura unos 2.000 millones de euros en todo el mundo) llamado «El futuro del consumo urbano en un mundo a 1,5 grados», referencia obvia al cumplimiento del objetivo más ambicioso del Acuerdo de París.

¿Y qué sugiere ese estudio como medidas de aquí a 2030 para ese selecto grupo de ciudades al que pertenecen Madrid y Barcelona?

Pues en construcción, cosas como una reducción de consumo de cemento y acero de entre el 20 y el 56% en 2030, y que entre el 75 y el 90% de las nuevas viviendas y entre el 50 y el 70% de los edificios comerciales sean de madera, o que entre el 50 y el 61% del consumo de cemento se sustituya por «alternativas bajas en carbono» (spoiler: no existen hoy esas alternativas a nivel industrial, ni siquiera a costes mucho más caros que el cemento).

«Confieso que tengo miedo. Miedo de que cualquier día, como ciudadano de Madrid, me despierte un día y no pueda salir de mi barrio sin pedir autorización»

En cuanto a hábito alimenticios, reducir la ingesta de carne a como máximo 16 kg por persona y año, con un objetivo ideal de 0 kg por persona y año, y la de productos lácteos a un máximo de 90 kg por persona y año (un vaso de leche), con un objetivo ideal de 0 kg por persona y año. Como guinda del pastel, y para cuidar más de nuestra salud, proponen un máximo de 2.500 calorías por persona y día. No solo evitaríamos emisiones, sino que estaríamos guapísimos.

Para nuestro vestuario, el estudio del club de las ciudades C40 sugiere que debemos comprar un máximo de ocho prendas por persona y año en 2030, con un ambicioso objetivo de tres. Cuanto menos compremos, mejor para el planeta.

¿Vehículo privado? El objetivo es que tengamos en 2030 menos de la mitad de vehículo de los que tenemos hoy, con un objetivo óptimo de que nadie tenga un vehículo propio. Eso sí, en el caso de no cumplirse este último objetivo, la duración mínima de ese vehículo privado debería ser de 20 años, con un ideal de 50.

Pero no todo son cosas malas. Por ejemplo, proponen dejarnos volar en avión. Eso sí, una vez cada dos o tres años por persona, en vuelos de menos de 1.500 km. Olvídense de ir a Londres, Milán o Budapest. Para eso habilitarán unos estupendos carriles bicicleta, imagino.

¿Los móviles y dispositivos en general? En un alarde de generosidad, nos permitirán sustituirlos cada siete años.

Confieso que tengo miedo. Miedo de que cualquier día, como ciudadano de Madrid, me despierte un día y no pueda salir de mi barrio sin pedir autorización. De que no me dejen comprar la ropa que desee por haber excedido mi cupo anual. O de que me prohiban adquirir un nuevo coche, pues ya el Ayuntamiento me proporcionará vehículos de uso compartido para mis escasas necesidades. Al fin y al cabo, tendré todo lo que necesito a menos de 15 minutos andando.

La tomadura de pelo de la «emergencia climática» está durando demasiado tiempo, y es muy peligrosa. Ya nos estamos tragando Madrid Central con el argumento de que hay una directiva de la UE para ciudades de más de 50.000 habitantes estableciendo que debe haber una zona de bajas emisiones y tráfico restringido. Y es evidente que no le puedo pedir al alcalde de Madrid que saque a mi ciudad de la Unión Europea, o que incumpla sus normativas (aunque me gustaría enormemente que hiciera esto último).

Sin embargo, y hasta donde yo conozco, no existe ninguna obligación por parte de las 97 ciudades pertenecientes al club C40 de ser miembros eternamente. Quiero que mi ciudad sea una abanderada de la libertad. Quiero que abandone la pesadilla distópica que supone la existencia de ese grupo y sus recetas autoritarias y demenciales.

Por favor, Excelentísimo Sr Martínez-Almeida, estimado José Luis: devuelva a Madrid su papel como entorchada en la defensa de la libertad. Anuncie, mañana mismo si es posible, la salida de Madrid de ese club de socialistas enloquecidos, antes de que sea demasiado tarde.

Por Velarde Daoiz @velardedaoiz3, en https://theobjective.com/, 22 de diciembre de 2022.

“ Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros ”

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

“ La gloria del Señor los envolvió de claridad ”

Introducción

Una experiencia profunda cruza el día de hoy y la celebración litúrgica de la Natividad del Señor con la que los cristianos centramos la fiesta de este día en torno a la medianoche de la Nochebuena: la esperanza que ha iluminado el corazón de los seres humanos y que los ha mantenido de pie frente a la oscuridad, como una promesa de que todo cuanto no funciona en la humanidad y en el mundo no tienen la última palabra sobre la realidad, la esperanza de todo lo que el ser humano anhela y sueña que debería ser su vida y su mundo, la promesa de la plenitud de la vida de los hombres y mujeres de la historia, se cumple hoy. Nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor, y nos trae la Salvación. Hoy se alcanza la esperanza de plenitud y sentido del hombre soñada a través de los tiempos, y lo hace con un niño envuelto en pañales y nacido en un pesebre porque no había sitio en la posada para él.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.
Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.
También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

En https://www.dominicos.org/

Deseos de una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo

En navidad hay que celebrar el nacimiento del niño Jesús en nuestros corazones. Sean estos tiempos para fortalecer la fe o aumentar la devoción, mientras esperamos el nacimiento de Nuestro Señor.

¿Por qué celebramos Navidad?

La Iglesia celebra las obras maravillosas de Dios a través de la adoración pública, la liturgia, conmemorando los grandes sucesos de la historia de la salvación. La Natividad de nuestro Señor celebra el momento de la historia en que el Hijo de Dios se hizo Hombre por nuestra Salvación: un acto de obediencia amorosa al Padre y de amor salvífico por nosotros, que culmina en la Cruz.

Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Fil 2,5-8.

¿Dónde aparece la Navidad en la Biblia?

En los Evangelios de Mateo (1,18-25) y Lucas (2,1-20) se encuentran los relatos de la infancia de Jesús.

Cada uno presenta detalles diferentes. Mateo, que los estudiosos sostienen que era un judío que escribía para los judíos, ofrece a sus lectores datos proféticos que anticipan la venida de Cristo. Mientras que Lucas, un médico griego, escribe para dar un raconto preciso (Lc 1,1). Las particularidades y detalles del anuncio angélico, la visita a Isabel, el nacimiento y los primeros años son datos que se cree ha obtenido el autor de la misma Santísima Virgen.

¿Qué es el Tiempo de Navidad?

Las fiestas más importantes, como Navidad y Pascua, tienen tiempos litúrgicos que las preceden y las suceden. La Navidad está precedida por un tiempo de Adviento, que es de preparación o anticipo, y una celebración, la Navidad, que se extiende durante el tiempo de Navidad. Este tiempo de Navidad comienza en Nochebuena, cuando los católicos se alegran con el Nacimiento del Señor el 25 de diciembre, y se extiende hasta el Bautismo del Señor, el domingo después de la fiesta de la Epifanía o Reyes.

El día de Navidad, comienza la Octava de Navidad –ocho días de fiesta siguiendo la forma de celebración judía de las grandes fiestas- que incluye la fiesta de la Sagrada Familia y culmina con la fiesta en honor de María Madre de Dios el 1° de enero. El título de Madre de Dios le fue dado por los primeros Concilios en defensa de la divinidad de su Hijo contra quienes argumentaban que Jesús no era Dios o que no lo era eternamente.

Sin embargo, el precio de la salvación y el discipulado no se pierde de vista durante la octava. La Iglesia recuerda a los Santos Inocentes, asesinados por Herodes en una persecución frenética del Mesías, y al protomártir Esteban, apedreado en presencia de Saulo, más tarde San Pablo.

Por último, el tiempo de Navidad concluye apuntando a la vida y ministerio públicos de Jesús, con la Solemnidad de la Epifanía y el Bautismo del Señor. Estos sucesos, que marcan “manifestaciones” de la divinidad de Cristo, cierran la etapa de la infancia y la vida oculta de Jesús e inauguran Su ministerio público.

En https://www.ewtn.com/

¡Lo que quiero es que él no lo tenga!

Samuel L. Jackson cumplió ayer 74 años y alguien ha recordado esta escena de «Django desencadenado».

—¿Ha visto, amo? ¡Ese negro tiene un caballo!

—Y… ¿tú quieres un caballo, Stephen?

—¿Pa’qué coño quiero yo un caballo? ¡Lo que quiero es que él no lo tenga! /1.

Origen: Cristina Martín Jiménez en Twitter.

Veamos.

En fin, la estupidez de algunos humanos no tiene límites, son como las gallinas cuándo una de ellas tiene comida, van las otras a quitársela.

Y un día lo fuimos…

Me acordé y no dejé de pensar en esta nota.

Nada es para siempre.

Y ahora.

Todas las tapas todas.

Y siguen…

Nos vamos con humor.

En tu cara Marianne!!!

El cuadro no es sobre la Revolución de 1789 sino sobre la de 1830 (perdón, había que decirlo).

Y luego…

Esta es la escena de Guerra Mundial Z cuando el helicóptero va a rescatar a la familia del personaje de Brad Pitt a la terraza.

*ARGENTINA TEAM EVACUATED BY HELICOPTERS DUE TO CROWDS: TN

Y…Martinez’s 123rd minute save!

La psicóloga del Dibu: Qué bueno que puso en práctica todo lo que trabajamos, está tranquilo..

El Dibu:

* la maestra pasando lista dentro de 7 años * – Lionel, Lionel, Lionella, Julián, Emiliano, Juliana, Lionel, Emiliana… Qatara???Jajaja

Y esto?…Vino con coca en botella cortada de plástico. Hablame de desclasados, TV Pública.

Por Hugo R. Manfredi