DIÁLOGOS DES-ENCONTRADOS CON BERNARDO CANAL FEIJÓO

A modo de prologo

En este diálogo a-temporal con Bernardo Canal Feijóo (en adelante) B.C.F., nos disponemos a ofrecer nuestras impresiones generales suscitadas en torno al pensamiento, a través de numerosos libros, artículos y ensayos, que hicieron referencia a este autor.

A nuestro entender B.C.F., es uno de los pensadores fundamentales tanto de Santiago del Estero, como de Argentina, en gran parte del siglo XX. El propósito de este artículo no es tanto en profundizar en los análisis históricos o biográficos que la obra de B.C.F., suscita, sino el de discutir críticamente: cuales pueden ser las líneas de pensamiento susceptibles de ser consideradas todavía vivas aún en nuestro tiempo y polémicas, lo cual genera desencuentros, sobre todo en nuestra formación.

Consideramos al libro de Gustavo Carreras, como base y portador de un acusado interés y de una notable singularidad, puesto que nos permite constatar el conocimiento cabal y profundo de las obras escrutadas por parte del autor, el cual nos ofrece un análisis bastante pormenorizado y esclarecedor  del  pensamiento de B.C.F.

Nos quedamos, de entrada, con los lugares comunes de siempre, con la misma cantaleta: B.C.F. era además un burgués exquisito, por momentos elitista, que no obstante suscito la necesidad de que los santiagueños, y los argentinos, nos preocupásemos por «nuestra circunstancia» y así desde nuestra perspectiva, nos preguntásemos por lo que verdaderamente es «nuestro», por nuestro «ser» y «estar» americano, para luego reivindicarlo y por fin, lograr la verdadera liberación, la emancipación total. Aquí nos encontramos, en las profundas indagaciones históricos-existenciales por nuestro ser, determinadas por una preocupación «humanista», aunque inhibidas de cultura sublime.

Pero nuestros des-encuentros, es a partir de identificar los moldes mediante los que se acuñan las ideas, la cultura, la perspectiva, razón histórica, y que es el punto de partida de su sistema de pensamiento. Al cometer una crítica, lo hacemos con el fin de incorporar y comprender los momentos históricos-dialécticos y los fulcros del sistema antagónico en que transitaba nuestro país.

Diálogos des-encontrados, es una crítica, es una reinterpretación histórica-ideológica, es un re- entendimiento al pensamiento de este genial intelectual santiagueño

Introducción: deslinde y planteamiento

De entrada, si ya resulta complicado realizar una reseña sobre un libro sin quedarse en la mera exposición o deformación del mismo, más difícil aun si se antoja reseñar varios libros de una sola vez. Sin embargo, hemos creído necesario realizar el trabajo de esta manera, pues a lo que nos referimos tienen a nuestro juicio, una actualidad, un interés a una temática tan concreta como lo es la producción intelectual de BC.F.

Es el periodo de algunos de nuestros pensadores (santiagueños) y en especial el de B.C.F., en el periodo del 30 el 50, que aun presenta grandes sombras a nuestro entender que impiden su comprensión.

Sin embargo, y el margen de las descalificaciones ideológicas que hayan caído sobre B.C.F. y seguramente seguirán cayendo sobre este genial (ensayista, dramaturgo, poeta), santiagueño, la novedad es que pretendemos presentar, es la visión del ensayista que muchas veces quedaron relegadas al menos para el conocimiento del gran público.

En él ensayamos una interpretación de su pensamiento en clave histórico-ideológica, contemplando la influencia de este factor como determinante de la condición del pensador de una época.

El ya no está para respondernos, de las observaciones y a las críticas a sus pensamientos, ¿alguién lo podrá hacer? y que de esta manera que las virtudes dialógicas de la palabra escrita y razonada no resultan vanas y pueden lograr la conversión de los puntos de vista de quien suscribe este artículo.

Estamos abiertos a la conversión, y debemos advertir que nuestro punto de vista se reforma sobre todo, a través de entendimiento.

Los asuntos tratados en nuestro artículo sobre el pensamiento de B.C.F. específicamente y sobre su desenvolvimiento durante la etapa peronista (1º y 2º gobierno del Gral. Perón), tienen que ver con esa etapa, con los «ortogramas» que los bandos divergentes pudieran haber tenido en (y sobre) la Argentina. Solo buscando los «porque» de sus decisiones y su accionar, nos podía acercar a su pensamiento, a su plataforma, a sus coordenadas por lo cual interpretaba los múltiples ortogramas divergentes en ese momento en nuestro país.

Pero a modo de refrán: «Dime como interpretas la historia y te diré que proyectos tienes», es decir las prolepsis dicen mucho sobre la anamnesis, y las plataformas «desde» las que se establecen las normas correspondientes (y viceversa).

Ya sabemos que un «entramado teórico» (nematológico), nunca es neutral. Repetimos, en el terreno de la historiografía no hay «selección de datos» o «tratamientos» que sean neutrales respecto a una supuesta «memoria común».

La cuestión es aquí entonces, que no escribimos desde un nivel de premisas teóricas y político-ideológico cero, pero esta posición (político-ideológico), en un sentido muy general, es dentro de la órbita de la izquierda, pero la tendencia misma de querer agotarlo todo en función de la dicotomía izquierda-derecha será por su reduccionismo, desestimada en más de un sentido (en otro apartado, será triturada críticamente, por lo tanto recomendamos leer «los pobrecitas», en este mismo blog). Creemos que tanto la izquierda como la derecha son categorías político-ideológico propias (o exclusivas) del mundo contemporáneo, es decir, que solamente tienen sentido aplicadas a los procesos de configuración política e ideológica de la Revolución Francesa en adelante, pero teniendo como límite fundamental la caída de la Unión Soviética. La dicotomía izquierda-derecha, se nos ha ofrecido históricamente como tensión desde 1789 a 1989, pero no es procedente querer inscribir o explicar todo estrato o proceso de organización histórica (artística, filosófica, religiosa, teológica) dentro de ese marco, pues hay multiplicidad de claves y vectores de determinación, multiplicidad de contenidos, variables y movimientos que desbordan los límites del mundo organizado durante los dos últimos siglos.

No pretendemos reducir el pensamiento de B.C.F. a las dicotomías izquierda-derecha o progresismo-conservadurismo es un reduccionismo sociológico desafortunado y que en muchos casos resulta de un anacronismo baldío.

El material básico que utilizamos para comprender el pensamiento de B.C.F., proviene de autores como: Gustavo Carreras (autoafirmación y auto comprensión del sujeto argentino en la obra de B.C.F., Icala, Rio Cuarto, Cba., 2007), Luis C. Alén Lascano, Gustavo Carreras, Octavio Corbalán, Ramón Leoni Pinto, José Andrés Rivas, Alberto Tasso, Carlos Virgilio Zurita (quien fue B.C.F., barco edito, Sgo. del Estero, 1997) y Ana Teresa Martínez (leer a B.C.F., N.B. de Rev. científica argentinas del CONICET; Nº19, 2012, Sgo del Estero. www.unse.edu.ar / trabajo y sociedad. Como así también de otros escritores que hacen referencia a B.C.F.

Este trabajo pretende tan solo servir como aportación de algunos materiales de discusión adicionales, esperando que sean de utilidad por mínima que esta pueda ser.

I  Rugiente y desconcertante

En la historia de Santiago del Estero, (como en la de la humanidad) nunca hubo ni tiempos malignos, ni tiempos benignos, pues creo para mí, que el tiempo es noción «neutral», visto desde una óptica indeterminista. Y que me atrevería a decir que el espacio también lo es. Ni el tiempo ni el espacio, en efecto, se pronuncian a nuestro favor de nuestro bienestar, como tampoco está obcecado en procurar nuestra desgracia (por el sostenimiento positivo de estas fórmulas las conocerán: el determinismo progresista y el determinismo fatalista, respectivamente). Creemos que en el pensamiento de B.C.F., siempre hay una categorización clásica, ciertamente, sigue habiendo para el hombre un antes y un después, dos lados, diestra y siniestra. Pero con perfiles borrosos, difusas, donde las referencias teóricas son más o menos claras y que a veces pueden tomar medidas prácticas.

Hacia adelante es progreso, lo revolucionario, hacia atrás es, conservador, reaccionario y refugio cósmico. Esta dimensión temporal que adopta y los esquematismos cuestiona la validez y las utilidades de tales categorizaciones existentes desde el siglo XIX.

Hay condena y demonización. El conflicto entre discurso sociológico(o contexto de justificación) y la reflexión moral y política (o contexto de descubrimiento, reconocimiento y critica de valores) se torna así en querella teórica, sino también sobre la validez y legitimidad de la acción social y política.

En algún sentido compartimos sus críticas severas, a las actitudes destempladas, y al gravísimo déficit intelectual de las élites. Pero ¿apocamiento histórico de Sgo., la pereza, el abandono de valores, la actitud de empequeñecerse, y otras definiciones, se debían a la letanía de las élites?

Se aprendió poco de las lecciones de nuestra historia y de los que nos pasó, parece que al mismo sueño dogmático incubó una nativa ilusión, la creencia de un pecado original, de la culpa primitiva que le sirve de explicación de todos los males y desgracias del santiagueño: la pérdida del sentido del cultural de los sectores populares, la deserción de las élites de su tarea rectora y la funesta supremacía del numero electoral, entre otros males.

Más que pensar a contra corriente es un pensar a contratiempo.

II  Nosotros, las carencias y los fantasmas

La contradicción esencial es, y fue siempre, aquella contradicción entre el ser pensado como posibilidad y el ser real. Algunos intelectuales ansían lo que no es, a la maldita categoría de la posibilidad, por cuanto ella nos traslada a un mundo en el cual ya no sería posible la contradicción entre el ser y el deber ser, o que sería la completa realización del deber ser proyectado de ante- mano.

¿Quiénes somos nosotros?, ¿cuál es el legado o la herencia cultural?, nos preguntamos. Aquí es que vemos, que en esta búsqueda de argumentar es «la posibilidad de la necesidad», siendo esta necesidad el idealismo apetecido desde las coordenadas de aquella parte que se supone, en contradicción con el ser actual, con lo dado positivamente. B.C.F., no escapo al pensamiento de los intelectuales de la época, esto es de pertenecer a una América, una Argentina infecto e imperfecta como parte incontrovertible del «ser prefecto en tanto que es», ya que esa imperfección (disolución de las sociedades hispanoamericanas) es vista como algo que necesita un remedio para salvar así esta realidad. Realidad que no se soporta bajo el «principio de no contradicción». «La restauración» nacionalista, parte de la necesidad como momento de posibilidad y viceversa, del ser apetecido por la voluntad unilateral del que sufre, se supone la ausencia de eso apetecido.

Esa nueva realidad en el cual habitaba la contradicción (para estos pensadores), era por existencia de la carencia, y en la creencia de la perfectibilidad. Esto anulaba obviamente los efectos del presente, porque devenía una determinación negativa, una cancelación total y radical de esa realidad a la que se oponían.

Era un pensamiento «fantasma», de imaginación especulativa: concebir otra realidad a partir de la concepción ideal y voluntarista de la realidad presente meramente imaginada y pasada por el tamiz de la carencia, trastocada así en una pura substancia, en una irrealidad fantasmagórica.

El legado ¿es lo que España destruyo es decir, lo prehispánico (en donde está incubando- se nos dirá-el núcleo sublime, puro y esencial de «Lo nuestro», de nuestra verdadera identidad), o aquello a lo que por su a través accedemos: Europa?

Algunas otras claves, a nuestros juicios ya comunes y repetidos hasta el cansancio, nos parecen encantadoramente insoportables.

III  Buscando la hondura

A principios del siglo XX, los cambios sociales producidos por la gran inmigración y la conmemoración del centenario de la revolución de mayo, surge el modo y forma de ser no solo de los argentinos, sino también de los santiagueños. Esta problemática que surgía a partir de la reconfiguración del campo de las relaciones de poder preexistentes necesitaba estabilizarse y neutralizar resistencias y de formas biopolíticas de ejercicio de poder (García Fanlo, L. 2007).

El primero modo de problematización se desplegó desde el discurso de la sociología positivista. Estos saberes definían a la sociedad como un organismo social y constituían a los sujetos a partir de considerarlos como pertenecientes a distintas razas diferenciadas jerárquicamente superiores e inferiores (indígena, negros, gauchos, españoles y europeos del este) los músculos o clase trabajadora. La raza superior tenía como mandato construir un país civilizado y la civilización requería un elemento amalgamador para que los inferiores reconocieran como natural su condición social y su lugar en el mundo argentino.

Para convertir en argentinos a los inmigrantes y nativos pertenecientes a las clases trabajadoras y populares había que inculcarles una moral, un ethos argentino adaptados a la forma y modos de ser europeos. Las clases inferiores debían aceptar como natural el lugar y función social que a cada quien le había tocado ocupar, imponiendo el mandato se «ser el mejor en lo que le toco ser en vida», cultura de trabajo para aceptar que todo hacer debía estructurarse en el marco de las relaciones de producción capitalista pero no como lucha de clases sino como lucha por la existencia.

En la década de 1920 aparece una segunda problematización como discurso del nacionalismo cultural que define la argentinidad (en contraposición a la sociología positivista) como «lo que siempre fue, es decir, como una esencia encarnada en las tradiciones coloniales y rurales previas a la revolución de mayo cuyo sujeto-prototipo es el gaucho y que define los modos y formas de ser argentinos en la simbiosis entre lo español, el catolicismo y el criollismo. El principal dispositivo de saber lo constituye la literatura en forma del ensayo romántico de interpretación y el modelo de organización social se estructura a partir de la lógica de funcionamiento de las relaciones de poder imperantes es la estancia, el cuartel, la iglesia. La argentinidad deja de tener como referente simbólico la patria para ser reemplazada por la nación y el patriotismo como ethos colectivo por el nacionalismo.

En esta problematización la inmigración, el cientificismo y el cosmopolitismo son caracterizados como las principales causas de la «desintegración nacional y del ser argentino» impugnando la consigna binaria positivista «civilización-barbarie» y reemplazándola por «cultura-civilización» (que incluye a la barbarie porque la genera). Esta problematización rápidamente se disperso en la proliferación de discursos nacionalistas y conservadores durante las décadas de 1930 a 1950, haciendo aparecer variantes de la matriz original que disputan sobre «lo que hay que hacer» para restaurar la identidad nacional tradicional asumiendo formas netamente políticas en sus prácticas discursivas.

B.C.F. en su libro Nivel de Historia, nos sirven para interpretar nuestros procesos históricos, el destino nacional: subsuelos esenciales, la tradición, la raza, el suelo, lo geográfico, el paisaje, la idea de país, con la de pago como producto del espíritu  y los dioses.

Creemos que B.C.F., nunca estuvo a favor ni en contra de Marx. Es una actitud posiblemente derivada de su implantación social burguesa. Por lo tanto, sus expresiones, sus conceptos, sus componentes, diríamos, mas anticuados proceden de su no aceptación del materialismo histórico. Esto es que B.C.F. no deja de ser sorprendente. No se comprende su indiferencia ante unas teorías que entonces estaban perfectamente elaboradas. Sus respuestas esta (o estaban) en el materialismo histórico, B.C.F. frente al materialismo histórico se quedó en un idealismo histórico.

IV  ¿De que lado estás? (1)

Gramsci, estudió extensamente el papel de los intelectuales en la sociedad, y concibió que todos los hombres sean intelectuales, ya que todos los hombres tienen facultades intelectuales y racionales, pero al mismo tiempo consideraba que no todos los hombres juegan socialmente el papel de intelectuales. Consideraba que, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y organizadores involucrados en las tareas prácticas de construir la sociedad.

De esta manera, distinguía el italiano, entre la intelligentsia tradicional, que se ve a sí misma (erróneamente) como una clase aparte de la sociedad, y los grupos de pensadores que cada clase social produce «orgánicamente» de sus propias filas. Dichos intelectuales «orgánicos» no se limitaban a describir la vida social de acuerdo a reglas científicas, sino más bien «expresan», mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el sentir que las masas no pueden articular por sí mismas.

Gramsci, insistía en la necesidad de crear una cultura obrera y que esta se estructure una educación capaz de desarrollar intelectuales obreros, que compartan la pasión de las masas. Supone la conquista de la hegemonía de la clase obrera acompañada de todo el pueblo, como protagonista de la gran contienda, también en los campos superestructurales, ideológicos y cultural.

Manuel Ortiz Pereyra (1883-1941), se preguntó: ¿y qué rol juega la cultura, los intelectuales? y dice: En nuestro país, los literatos ejercen el mismo oficio que el campana del carterista, cuya misión consiste en entretener, estrujar o distraer al candidato mientras el punguista le sustrae la cartera con un suave pasecito de la mano. El literato argentino representativo de la intelectualidad argentina, escribe versos, novelas, cuentos y narraciones de entretenimientos, se inspira un poco mas y hace poesías de las buenas de esas que hacen parar los pelos de punta sigue inspirándose y remonta su vuelo lírico, cantando a las estrellas, a la mujer amada, a la patria, a la bandera azul y blanca, entonces entra en operaciones el descuidista y nos sustrae el trigo, el lino, el maíz, la carne con una suavidad tan delicada como la del lancero auténtico de la plataforma del ómnibus.

Y continua: nuestras grandes riquezas están en menos de media docena de firmas y los habitantes de la Argentina vivimos en permanente crisis económica. Así escribía Ortiz Pereyra, en 1928. Así sostenía que los grandes diarios y los intelectuales oficiales nos embobaban con fábulas y mitos que él llamaba «aforismos sin sentidos» y que Jauretche llamaría luego zonceras.

¿Porque será que los grandes luchadores, con una gran inteligencia puesta al servicio de la liberación nacional, siempre fueron silenciados?

¿B.C.F., de qué lado estaba?

V  ¿De qué lado estás? (2)

Queremos advertir al lector que este apartado lo hemos enfocado desde una perspectiva de crestomatía (citas muy largas) a los efectos de contraponer al pensamiento semicolonial, liberal y burgués, por otras que enarbolaron las banderas de liberación nacional, unión latinoamericana, socialista y antiimperialista.

«… una de las enseñanzas que nos legó don Arturo Jauretche fue esta: «Hay que pensar en nacional» (…) Los estudiantes que han cursado Teoría del Conocimiento con el librito de Hessen bajo el brazo, o si son intelectuales de izquierda, apoyándose en el manual de Politzer, nos dirán seguramente que existen dos formas de aprehender la realidad: el modo metafísico, que estudia al objeto abstrayéndolo del resto de la realidad que lo circunda, en un momento dado como ente aislado carente de contradicciones internas, y el modo dialéctico, que lo analiza en movimiento, en el tiempo y en el espacio, sujeto a permanente contradicción, el mismo como oposición de contrarios y en desarrollo. Pero por supuesto- agregaran- que estas dos formas de pensar, nada tiene que ver con la cuestión nacional, de donde se deducirá que » pensar en nacional » encierra una propuesta reaccionaria, con reminiscencia telúrica (…) De aquí resulta que el mundo, la naturaleza y la historia pueden ser visto y pensadas de distinto modo, según el pensador parta de un enfoque reaccionario o revolucionario, añorando el pasado, la derecha o vislumbrando el futuro, la izquierda. Pero en ambos casos la reacción y la revolución se colocan por encima de las patrias de tal modo que lo «nacional» de ninguna manera podría caracterizar a una determinada forma de pensar y por tanto, seria disparatado valorar un pensamiento por su «patriotismo» o desvalorizado por su «exotismo».

Estos argumentos son legítimos (pues el modo de pensar es metafísico o dialéctico, de derecha o de izquierda) pero las conclusiones que obtienen estos impugnadores son falaces, pues adhieren al pensamiento dialéctico sin pensar dialécticamente. Y asumen ideologías revolucionarias de otras partes del mundo, sin convertirse en revolucionarios en su propio país. Si fueran coherentes y pensaran dialécticamente, desde el campo de la revolución, inevitablemente «pensaría en nacional» puesto que se hallan en un país sometido semicolonialmente por el imperialismo.

La historia de los pueblos coloniales o semicoloniales prueba que en todo país donde existe esa cuestión nacional pendiente, indefectiblemente, sus habitantes piensan en «nacionales» o en «coloniales», es decir, elaboran y desarrollan ideas en contraposición al orden vigente, con la que repudian la concepción ideológica del imperio que los oprime, promocionándose así la liberación nacional, o enhebran argumentos que se insertan, por presencia u omisión, en la ideología impuesta por el opresor imperial, con lo que concurren a la subsistencia del vasallaje. Este es un gran problema en los países oprimidos y muy especialmente en aquellas donde la dominación es semicolonial (…) Pensar en nacional es pues, en una semicolonia como la Argentina, pensar revolucionariamente, cuestionando el orden impuesto por el imperialismo, que no solo es injusta y humillante sino que, además, impide toda posibilidad de progreso histórico, es decir, cierra el paso a una autentica democracia participativa, al ascenso cultural y a las profundas transformaciones sociales». (Galasso, N. 2008: 08,09).

«…»¿Qué hacer?», se pregunta el heredero intelectual de Martínez Estrada luego del triunfo de la libertad. Y le pasa con la libertad lo que a San Agustín con la idea del tiempo, la sentía en su corazón, pero cuando quería expresarla se quedaba más perplejo que un profesor universitario.

«si los acontecimientos de esos doce años no nos hubiesen sorprendido dormidos…»

Un sueño que los intelectuales tipo Canal Feijóo padecieron como el destierro celeste de los ángeles caídos. Y agrega:

«¿Hubieran podido producirse esas cosas que hoy nos parecen una pesadilla aberrante si las juzgamos a la luz de lo que siempre habíamos supuesto la buena tradición y el carácter argentinos?»

Dicho de otro modo, estos intelectuales apartados de la realidad «por una pesadilla aberrante», en verdad, lo fueron por el pueblo, cuyas tradiciones y carácter no eran como suponían. Al producirse la revolución popular siguieron durmiendo. Y al despertar retornaron a esas tradiciones y al carácter argentino. Al pasado. Por eso B. Canal Feijóo sigue siendo un folklorista mental. El autor, sin embargo, ante tales problemas nacionales, dirá «yo tengo mis respuestas». Y las expone en el siguiente estilo:

«…ahora hemos despertado y queremos que este nuevo estado sea una verdadera vigilia. Pero vigilia ¿de qué? ¿Para qué, hacia qué rumbo deberán abrirse los ojos-es claro, después de haber realizado totalmente la magnitud real y la magnitud virtual (acaso más importante que la real) de la pesadilla superada?»

La pesadilla se ha convertido en realidad. Conserva, es cierto, gramaticalmente hablando, la inconexión, el caos dispersivo de los materiales de los sueños. Pero como toda pesadilla tiene un sentido oculto, en los escritos de Canal Feijóo debe existir también. Mas al que se anime con el segundo sociólogo le asalta en seguida un natural pavor. Para conocer las respuestas del maestro hay que comprar sus libros. El asunto se agrava, pues el mismo confiesa, respecto de sus obras «que descuenta en sus respuestas el máximo de falibilidad»… «pues estos libros eminentemente reversibles»-es decir, que se pueden leer al revés, de derecha a izquierda y de arriba a abajo– «necesitan serios retoques»-que es como escribirlos de nuevo-, y además, son los «únicos amigos del autor» porque «a falta de críticos buenos»-que suele ser el efecto de la falta de buenos escritores-el escritor corre el riesgo de «irresonancias absolutas»-que es justamente el destino de los escritores malos-.

Pero Canal Feijóo, como los astros, no se inmuta. Cree en la cultura como Germán Berdiales en el hada madrina. Estos libros que ha escrito «renunciando a la literatura que me tienta sobre todas las cosas», como la bola de cristal de Nostradamus, tiene todas las respuestas. Las respuestas son de Juan Bautista Alberdi, que transportadas al estilo de Canal Feijóo son como el funeral post-mortem de Alberdi. Nadie comprende al filósofo que quiso ser poeta. Lo confiesa atribulado:

«Lo que he querido-y no sé si lo he conseguido-porque nadie me lo ha testimoniado, es postular…»

De cualquier modo, el problema del país se vincula con la constitución «fundamental». La constitución de 1853. La respuesta luminosa es esta: La constitución de 1853 era buena y mala, se proponía cosas excelentes y genero cosas detestables. Canal Feijóo se propone probar que la constitución «nominal» de 1853, ha acabado devorada por la constitución «real», estructural del país. A saber, por la constitución de 1949. Pero como el país formal la ha derogado, entonces, sale un verdadero parto salomónico del genio:

«Después de cien años puede tenerse la impresión de estarse de nuevo en el principio: pero claro está este principio está ahora 100 años después.»

O sea, la constitución de 1853 carece de vigencia. La de 1949 ha sido derogada. El país real ha sido sustituido por el país formal. Carecemos pues. De ordenamiento constitucional. Así, este escritor tautológico podrá decir de sus opiniones «que no compromete a nadie ni a nada con ellas»(14).

Para Bernardo Canal Feijóo la cuestión nacional depende del ordenamiento constitucional. Un orden constitucional que mire hacia adentro. Es la buena doctrina, ya que en lugar de derivar al país de la constitución, esta es concebida como un producto histórico de las condiciones reales. Pero enseguida dirá que el problema nacional existe porque hay grandes concentraciones urbanas y «las inseguridades de una creciente industrialización» hace que el mal no nos amenace desde afuera, sino de las «campañas empobrecidas» por esa industrialización y no por la «obnubilación de la verdadera conciencia constitucional argentina en la mayoría de los políticos argentinos». La tesis de Canal Feijóo-Prebisch, empieza a embarullarse. Pero retomemos el razonamiento del constitucionalista. El mal, entonces, es haberse apartado del pasado y no mirar hacia adentro, pues la etapa constitucional que acaba de cerrarse, «moraba y anhelaba hacia fuera». ¿A quién se refiere el autor? ¿A los pactos regionales que anunciaban un espíritu común de integración latinoamericana? Sea como sea hay que mirar hacia adentro. Al ámbito clausurado del país agrario. A la constitución de 1853.

«La integración implica una gran parte de desprendimiento o concesión de lo plural concreto a favor de lo único virtual.»

(14)- Esto quizá explique por qué el sociólogo concurría asiduamente al instituto de sociología de la facultad de ciencias económicas de la universidad nacional de Buenos Aires, dirigido por el Dr. Alberto Baldrich, y aplaudía contemporizador al conferencista falangista Cecilio Benítez Castro, en 1954-un año antes de la «pesadilla superada»-y que a pesar de su poderoso sueño de doce años no le impedía realizar incursiones por la Universidad a la caída de la  tarde, esa hora, en que según Hegel, «todos los gatos son pardos».(En Hernández Arregui, Juan J.).

No es fácil saber si lo «plural concreto» es el país o Buenos Aires y lo «único virtual» Buenos Aires o el país. Quizá sea el orden constitucional de 1853 visto desde los cuatro puntos cardinales. Quizá sea la constitución de 1949. Quizá ambas. Pero sigamos:

«La polarización de la conducta constitucional durante un siglo, en el primer sentido, en el sentido de las concesiones o allanamientos particulares concretos a favor de lo general abstracto han terminado haciendo de lo general abstracto lo único real y positivo reduciendo lo plural concreto a una máxima virtualización casi límbica. Lo más difícil de aprehender en la realidad política social del país es la realidad de fondo tan virtualizada está bajo los infinitos velos de supra realidad de forma y superficie con que la conciencia-buena o mala-o la inconsciencia-angélica o elusiva-política se ha querido disimular “algo” que está más allá, en esa realidad de fondo, y que, desde luego, desde ya no podría reconocerse con los nombres empleados por los grandes pensadores de las dos primeras grandes revoluciones: grandes distancias, de la asociación, desierto, el terreno de la peste, etc.»

Como dice Martínez Estrada hay que ser muy bruto para no entender esto. Pero como esta introducción promete el esclarecimiento de la historia nacional el interés crece. Parece que durante el primer periodo constitucional la euforia del «progreso» llevo a esa generación a conceder demasiado al extranjero- «el general abstracto» seria el imperialismo- y ahora la tarea consistiría en que lo «plural concreto»- ¿el país?-saliese del limbo. De la opresión colonial. La tirada final está en chino arcaico. Sigamos al maestro: propone a renglón seguido volver a la realidad («mejor-dirá-pasemos a la realidad porque nunca hemos estado verdaderamente en ella»). Ya sabemos que el autor durmió durante varios años. Pero como decía Balcaz: «Volvamos a la realidad (…). O sea, de la constitución de 1853. El descubrimiento de canal Feijóo es que la causa del mal se debe a que la política no ha estado en manos de los intelectuales decepcionados de los partidos cívicos que han apuntado siempre, no a «la constitución nominal y real del país, sino… ¡a la conquista del gobierno!».

«A consecuencia de esta desviación de la puntería, la dialéctica del sustrato ha burlado la historia dialéctica de los programas del partido incapaces de trascender…»

Adelante con los faroles.

Sabemos una cosa. La cuestión es la constitución. ¿Pero cómo se hace una constitución? La constitución se hace así:

«Proyectándose cada uno sobre la parte que lo toca no podrá dejar de encontrarse con los otros en el vértice de comunión capital de la conciencia constitucional en integración o de integración. Cuando el afán es llevado en profundidad, la libertad de cada uno conduce mejor que ningún otro camino a la comunidad de todos. Nada separa tanto a los hombres como la superficialidad… Digo que la cuestión compromete en masa a toda esa categoría humana situada en el plano de los problemas de la cultura.»

He aquí la traducción del texto, que si bien no conserva las innovaciones de puntuación y la grandeza del estilo- «Lo que bien se piensa se enuncia claramente», decía Boileau-, vierte fielmente el significado:

«Tómese harina en cantidad necesaria. Agréguese agua (H2O) destilada y bátase a punto de nieve. Sométase esta pasta a fuego lento, luego se retira dejándose enfriar durante algunos años. Tómese a todos los argentinos de Ascua y Berisso, burros o no burros, póngaseles en fila india conservando las jerarquías y páseseles una pincelada de la anterior preparación. De inmediato, todos los argentinos quedaran pegados y con una dorada capa de constitución integral que les dará el conocido aspecto de torta ecléctica o Unión Democrática. (15)

(15) A este tipo de escritores no hay más remedio que tomarlos en broma. Y más, en los países mentalmente colonizados. En forma seria, se ha referido a ellos, pero con relación a EE.UU., Charles Wright Mills, quien desato en EE.UU una ola de odio, y la reacción de la universidad norteamericana, de la cual tuvo que alejarse: «me parece que semejante falta de inteligibilidad por lo general tiene poco o nada que ver  con la complejidad de la materia y nada en absoluto con la profundidad del pensamiento. Con lo que tiene que ver mucho es con ciertas confusiones del escritor académico sobre su propia posición (…). Mi primer punto es, pues, que la mayor jerigonza no tiene ninguna relación con la complejidad de la materia ni de las ideas. Se emplea-creo que casi por completo-para sostener las propias pretensiones académicas: escribir de este modo es decirle al lector (estoy seguro que muchas veces sin saberlo): «Se algo que es muy difícil que puedas entender si primero no aprendes mi difícil lenguaje. Entretanto, no serás más que un periodista, un profano o alguna otra especie de tipo subdesarrollado». De más está decir que nuestros «pensadores», ni siquiera están a la altura de este juicio. Por eso se los toma en solfa aquí. (Nota a la 2ª edición)

De esta fórmula quedan excluidos, según el sociólogo, los intelectuales puros:

«Al pensador, al escritor puro deba dejárseles totalmente libres, sobre todo, porque en general no son capaces de entender ciertos problemas temporales (sic) de primera importancia para la razón constitucional, o porque si son capaces de entenderlos no tiene ningún interés en ello».

El juicio, nada halagador para los escritores de Sur, viene a decir que si los intelectuales no pueden entender la razón constitucional, y la constitución es el país, tampoco pueden comprender al país. Esto no es un inconveniente para que en manos de tales intelectuales este la formación cultural de la juventud Argentina. Esta intelectualidad, por lo menos en un punto, coincide con el discípulo de Martínez Estrada, en efecto, según Canal Feijóo, el hombre de estas latitudes puede comprender la cultura pero no construirse una cultura propia.

Canal Feijóo se siente predestinado por Dios a ser un escritor libre:

«En toda humanidad regida por designios divinos-es decir, libre-siempre habrá dos categorías de escritores: los designados a las antologías y los designados a la fosa común».

¿En cuál de las dos categorías ingresará B. Canal Feijóo, quien si según propia confidencia, no pudo llegar a literato tampoco puede figurar en las antologías?

Pero el sociólogo es libre:

«Hasta el presente la única fuente de eficacia social ha sido la vocación personal en estas esferas. Y las vocaciones, que son la polarización natural, es decir, libre, de los temperamentos, forman parte de los misterios de la vocación cósmica».

Así piensa el segundo sociólogo renacentista.

(Hernández Arregui, Juan José, «Imperialismo y Cultura». Edic. Continente, 1ª Edic. 2005:195-199). En el mes de diciembre de 1955 la revista Sur publicó un número especial dedicada a la «reconstrucción nacional», del cual el autor utiliza para referirse al pensamiento de B.C.F., entre otros.

VI  Inmigración y cuestión ética

«… la formación inmigratoria incide, desde fines del siglo pasado, sobre el antiguo origen colonial (…) El inmigrante no trajo a Sgo, ningún estilo cultural propio (…) Si el nativo su asimilación al medio tenía un profundo sentido histórico y aun ético, en el inmigrante se volvía sordidez de circunstancia (…) La falta de un compromiso ético con el suelo (…) El inmigrante no vino con objetivos trascendentes como el conquistador: sus motivos son puramente económicos (…) no siempre lo advenediza era mejor que lo vernáculo. La heterogeneidad del contingente inmigratorio y el bajo nivel espiritual de sus elementos solo han traído una degradación y una anarquía del gusto general, patentizado en la falta de estilo de sus obras… «B.C.F., «Ensayo sobre la expresión popular artística en Sgo.» En Carreras, F.G., pág. 34, 35,36.

Estas son algunas citas que elegimos para referirnos a los años decisivos entre las dos guerras mundiales para la clase dirigente y la indagación interna de índole ideológico-cultural de las élites liberales-conservadoras, tanto en los niveles de la política como en el campo intelectual de los años treinta, del cual B.C.F., no estuvo ajeno.

En este capítulo pretendemos articular las preocupaciones étnicas y su peculiar reacción nacionalista que compartió B.C.F. con otros hombres formados en una matriz ideológica de signo liberal-conservador que auspició y renegó de la inmigración espontanea en Sgo. y Argentina.

B.C.F. denunciaba las distorsiones y desequilibrios poblacionales del fenómeno migratorio, y una saturación en la capacidad de asimilación provocando el fenómeno que se denominó «cosmopolitismo». Sus apreciaciones hacen referencia a una inmigración no deseable, postulando la necesidad de «mejorar» la idiosincrasia del pueblo santiagueño (y argentina) y sus hábitos culturales.

Se advierte un repudio a los efectos no deseados de la inmigración masiva, y condensa ese impacto de las transformaciones que sufren estos en una sociedad modernizada en cuyo ámbito, perciben, a la par que resulta imposible restaurar viejas formas del pasado, les repele un presente en donde halla espacio su espiritualismo, su moralismo reñidos con una muchedumbre desconocida, heterogénea y advenediza.

B.C.F., necesito parapetarse tras una «esencia» provincial propia que pusiera distancia y juzgase a una provincia «aparente», conformado por una muchedumbre extraña, materialista y mercantilizada. B.C.F., se siente exiliado en su propia patria, al igual que numerosos intelectuales liberales. Aun así no lo podemos clasificar como un intelectual nacionalista, pero si adscripto desde siempre al liberalismo. La esencia temática es: la vuelta a la tierra regeneradora y al paisaje como fundamento de la argentinidad, su optimismo en el rehallazgo del destino como nación que había visto perdida a su alrededor.

Por último sostenemos que las reflexiones de B.C.F., las ideas, las indagaciones en torno al ser nacional, al ser santiagueño, la cuestión étnica surge como tema inseparable del proceso socio-cultural de repliegue.

VII  Cavando los defectos y el ciclo constitucional

«El mal que aqueja al país no es la extensión sino la incapacidad de asumir un sentimiento patriótico de totalidad geográfica (…) Toda voluntad constitucional se resume en una relación conflictiva con el territorio (…)

Curiosa alquimia consistente en «nominalizar» lo real y «realizar» lo nominal. La realidad nominalizada será el interior, ciudades y campaña, bajo el nombre de provincias…» (En Carreras Gustavo, 2007:75-80).

Aun no desciframos si B.C.F. nos habla de un «patriotismo constitucional» o un «patriotismo territorial» o ambas. Pero antes estas cuestiones había que plantearse un asunto primordial: ¿qué es una constitución?, y no menos importante ¿es esta la estructura por sí misma una sociedad política, o más bien tiene otro origen y puede ser preexistente a la constitución (escrita o jurídica)?, y si es así, ¿cómo debemos entender esto?

La respuesta afirmativa a esta penúltima pregunta llevaría por ej., a plantear el sentido que tendría hablar de «patriotismo constitucional», pues si así se hiciese, tendríamos que decir, se estaría hipostasiando a la constitución jurídica de un país sin tener en cuenta que dicho país podría tener un recorrido histórico así como una constitución interna o material distinto y previo, que es lo que justificaría el patriotismo de los individuos componentes de esa sociedad política, la nación. La sociedad política, tendríamos que responder también, estaría basada, desde su propio origen, en el territorio ocupado, apropiado, y en las riquezas del mismo.

Esta la capa basal, sería la plataforma sobre la que se asentaría la sociedad política, el Estado y a partir de ella se organizaría el resto de sus capas (la cortical, para su defensa y relación con otros Estados, y la conjuntiva para la administración y regulación de la propia capa basal en función de las necesidades de la sociedad política). A esto habría que añadir que dada que esta capa basal siempre es heredada en todo o en parte, el nombre tradicional que se le ha dado a esta capa (basal) es el de Patria (tierra de los padres). De ahí que el patriotismo no signifique, tendríamos que decir, otra cosa que la voluntad objetiva de los miembros pertenecientes a dicha patria de mantenerla en todo momento, o a ser posible de aumentarla (lo que supone la necesidad de entender la patria como una idea histórica mas que geográfica). De este modo, el patriotismo constitucional se nos presentaría como un patriotismo formalista (jurídico), sobreentendiendo con ella que sería la constitución escrita o jurídica el origen de la patria y no la patria el origen y fundamento de la constitución escrita o jurídica.

¿Nos preguntamos desde cuándo y quiénes son los padres de estos territorios? ¿Para B.C.F., quienes son herederos?

Por ello, debemos dejar de lado como idea totalmente desenfocada la que se ha venido a llamar patriotismo constitucional, puesto que el fundamento del patriotismo es tanto «preconstitucional» como «postconstitucional».

VIII  B.C.F. y la injuria populista

Si hay vocablos que más se utilizó para analizar la etapa peronista fue el del «populismo» y «populista», que a nuestro entender siempre dio lugar a comentarios despectivos, peyorativos y mal entendidos. Estos dos vocablos integran el diccionario usual tanto de la cultura política como de las ciencias sociales (particularmente en América Latina)

En la literatura como en los discursos más próximos a la política se ha entendido como: paternalista, demagógo del pueblo como sujeto social uniforme, naturalmente progresivo, ejecutor de la justicia social, lo correcto, etc.

No resulta extraño a esta altura, que B.C.F. en sus preceptos literarios estén impregnados por un sesgo «liberal y antiperonista». Sus intervenciones están destinadas a razonar una descalificación ideológica del populismo (especialmente de sus aspectos y raíces culturales). B.C.F., no oculta cierta nostalgia por la organicidad de una «cultura popular» perdida a causa de la «sociedad masificada» que «ha devorado el pueblo».

Inmediatamente nos surge un dilema del papel de los intelectuales (tanto de izquierda como de derecha) en cuanto: qué clase de vínculo establecen los intelectuales y sus discursos, que clase de vínculos deben establecer, con que sujeto colectivo.

Las razones no solo son políticas, sino ideológicas. Es decir derivadas de las concepciones sociológicas e históricas que B.C.F. expuso en muchos escritos menores y más sistemáticamente, en «cultura popular y populismo». Tales razones superestructurales  deben a su vez, ser insertadas en el contexto de linaje que la burguesía liberal-conservadora realizó luego de la llegada del peronismo al poder.

Como gran intelectual orgánico de la burguesía, B.C.F. refleja el pavor que este produjo las movilizaciones y el ascenso de las masas, ese pavor, luego definiría como «pesadilla». De ahí la evolución de la burguesía media (y oligarquía) desde posiciones propias del liberalismo democrático a otras parafascistas. La actividad democrática de las masas, para muchos intelectuales (minorías selectas) equivalen «a la invasión vertical de los bárbaros».

B.C.F., pensador liberal truncado, se halló totalmente desplazado. La Argentina peronista de 1946-1955 (y no digamos la de después) no era la suya. Nos animamos a afirmar que su pensamiento liberal no llegó a ser un pensamiento democrático (en lo esencial, era antidemocrático), porque en esa época, el porvenir de la democracia ya no descansaba en una burguesía- oligárquico liberal- semi colonial, sino en el movimiento obrero y peronista.

Su pensamiento es esencialmente de un pequeño-burgués: de ahí sus limitaciones y su involución de su pensamiento político-social.

IX  Ontogénesis, fracturas, superposiciones e identidad: misión y visión

En B.C.F., advertimos se destaca el sistemático uso del método fenomenológico y un «abuso» de la crítica cultural como crítica política. En el planteamiento fenomenológico: el sujeto se convierte en el referente y anclaje del término cultura y que la cultura se hace patrimonio objetivo con poder de incitación en la toma de conciencia del ser humano, de su situación y de los diseñados para dominar la situación.

Aquí la cultura se convierte en alquimia que hace posible la transformación de nuestra vida, lo estrictamente biológico, en algo objetivo.

El tema de una cultura viva que no ignora sus raíces y su razón de ser santiagueño, americano, en tal caso el perspectivismo se conjuga con la circunstancia.

Encontramos la clasificación que efectúa de los distintos tipos de cultura (superposiciones, para él) donde utiliza no solo parámetros lógicos, antropológicos, sino psicológicos.

La enfermedad (o pesadilla) es no ser sociedad, el tener destrozada su estructuración social (por el inmigrante o por el peronismo después).

Sostiene que la ausencia de una minoría selecta en el curso de nuestra historia y luego advierte la falta de una masa compacta que haga efectivo el valor de esta escasa minoría.

Su teoría de cultura: concibe al ser humano (santiagueño), en ese momento «dominante» como un ser primitivo emergido desde un mundo civilizado: Europa (conquistador y el inmigrante después). Que no busca sentido de lo que nos rodea, no actúa ante las circunstancias y no se reabsorbe de ella.

La identidad cultural (como variable dependiente) actúa en función de la conciencia de sí mismos, de su permanencia en el tiempo, de la radicalidad de su cultura (como respuestas a su cultura).

En su proyecto de «ser» conjuga dos planteamientos, que pueden parecer incompatibles: el determinismo de la raza y que el individuo no se azota en sus determinaciones étnicas y temperamentales, a pesar de enumerar un largo rosario de defectos. Solo encuentra algún factor positivo es que el santiagueño está dispuesto a «vivir sin condiciones». La «constricción telúrica» es un «proyecto vital», es una sombra frente a una amenaza.

Concluimos que para B.C.F., la cultura se mira desde la «latencia como realidad vivida». Es una ausencia, es una cultura que denota una falta de interés por las cosas, una cultura adjetiva, fronteriza, superpuesta y menesterosa de lo sustantivo.

DIÁLOGOS DES-ENCONTRADOS CON B. CANAL FEIJÓO (II PARTE)

X – Pasión y muerte de Silverio Leguizamón

Esta obra del género teatral es publicada por primera vez en 1937. La obra será reeditada tres veces, una en 1944, otra en 1967 y en 1981 aparecerá la cuarta edición. En la segunda edición la obra es calificada como mito popular heroico. En el prólogo aclara que esta caracterización apunta a enfatizar el hecho de que el personaje, a su retorno, se encuentra con la fama, por donde ya no es el sino una imagen elaborada por la ansiedad colectiva, esto es, el pueblo. En la tercera edición, denomina a la obra: misterio popular. Las razones para ello son expresadas por el mismo autor. Porque proporciona luminosidad y resurrección a una variante del teatro gauchesco cuando yacía en el olvido. La rotulación de misterio la enlaza con la antigua tradición del teatro cristiano que procura una diferente trascendencia a las protestas y denuncias caracterizadoras de una de las tendencias de la literatura gauchesca. Esta diferente trascendencia consiste en dar a las hazañas de rebeldía-a lo Martin Fierro, o a las románticas intervenciones de gauchos a lo Moreira, protectores de perseguidos o desvalidos, un sentido redentorista, reivindicatorio y un destino de calvario a imagen de Jesús. El verdadero misterio se consuma en la pieza con el esfumarse definitivo del protagonista. Paradójicamente muere y no muere: «el misterio de su desaparición física-especie de ascensión al plano mítico-propone la esperanza mesiánica de un posible retorno, por lo menos como idea redentora».

El autor señala que, si bien se inspiró en un personaje real, todo en la obra es ficticio. No obstante lo cual, existe en ella un fondo histórico. Ese fondo está constituido por el problema de la relación del hombre con la tierra y sus vicisitudes en nuestra provincia.

En perspectiva podríamos decir que la temática está planteada en niveles diversos pero complementarios. Nos encontramos por un lado, con el tipo de modalidad de tenencia vinculado al régimen de encomiendas, que sirve como marco histórico y como justificación para el desencadenamiento del conflicto.

Este consiste en que desde el punto de vista del derecho real, el caballero español tiene sustento legal en sus pretensiones. Por otra parte, los derechos de Silverio se apoyan en la larga ocupación y el trabajo. En otro nivel, el del presente histórico de Canal, el problema de la ocupación de la tierra consiste en la coexistencia de latifundios por una parte y una enorme cantidad de ocupantes de pequeñas parcelas de tierra, sin títulos de propiedad. A este régimen se le atribuye la casualidad del desarraigo y de la explotación irracional y empobrecedora del suelo. En un nivel aún más primitivo que los anteriores esta la relación del indígena con su tierra, quien aparece como un nómada desarraigado, obligado a huir de modo permanente, por el poderío del español. La historia de Silverio cobra el carácter de metáfora de un calvario permanente que vive el santiagueño desde tiempos remotos.

La obra está estructurada en seis jornadas. La primera se cumple en la Aguada de Oncaba, lugar ya ilocalizable de la campaña de Santiago, y se sitúa a fines del siglo XVIII. Silverio es bisnieto de un lejano capitán: Bartolomé Leguizamón y Ulloa, quien había recibido del rey una encomienda en el lugar aludido. Este tenía una familia legalmente constituida en España, lo que no fue obstáculo para formar otro hogar en estos pagos y dejar una nutrida descendencia. Silverio, heredero de esa tierra, ignoraba que la merced real fue concedida por dos vidas, y que había caducado hace tiempo. De pronto aparece un caballero español, don Mariano Medina y Leguizamón, con papeles de la corte española en la que en su carácter de bisnieto del encomendero-por la rama española-lo nombran dueño, y señor de los campos, los seres y la hacienda de Silverio. Pero el bastardo de los Leguizamón se enfrenta al vástago legal…

«Silverio-señor caballero: la Aguada de Oncaba tiene ya su señor, y… ¡No hay lugar para otro! Tarde ha llegado su merced… ¡ha andado lerdo! Si hubiera venido hace cien años, antes que mi bisabuelo, porque cuando el vino ya no pudo haber otro… y cuando él se fue llego mi abuelo, y lleno el lugar que había quedado vacío. Y cuando se fue mi abuelo, vino mi padre que era grande como este árbol y solo admitía bajo sus ramas a los que venían a pedirle amparo. Y el también se fue, y en el mismo lugar donde él estaba, ahora estamos nosotros… Y ya no se necesitan otras manos para empuñar esta mancera, ni otra voz para dar órdenes. Ha andado lerdo su merced; la Aguada de Oncaba está ocupada, y ¡desde la raíz de sus muertos hasta el antojo de los vivos no reconoce más señor que el que la tiene!»

El drama se ha iniciado. Silverio arrebata los papeles del Alcalde, y los rompe. Se entabla una lucha desigual pero grandiosa. A cuchillo criollo, defiende con fiereza su tierra, y enardecido manda prender fuego y destruir todo, antes que entregarlo. Luego, mata al caballero español y escapa al galope de su caballo.

En la segunda jornada, Silverio se encuentra en la toldería del famoso anciano Paykin, donde encuentra refugio. Allí se entablan largos diálogos con los que fueran los primeros dueños de estas tierras. En ellos se pone de manifiesto la hospitalidad del indígena, el dolor del prófugo que deja  su tierra, y también la visión que el mestizo tiene del indio a quien critica duramente. Silverio les reprocha que sean cazadores, no guerreros. Los insta a instalarse en la tierra y defenderla. Cuando Silverio advierte al anciano que no pueden vivir desplazándose siempre en permanente huida, este les responde que el hombre no es una planta… a lo que Silverio a su vez replica ¡el hombre es el único que planta! Aludiendo así al proceso de toda cultura de la humanidad.

El dialogo de ambos pone de manifiesto que Silverio es producto biológico y cultural de la hibridación. Es la resultante de dos razas parcialmente heredadas. A través de la raza materna se hace acreedor natural de la tierra; a través de la raza paterna se va despojando de ella. Pero mientras la voz paterna suena dentro de el, la voz india esta silenciada. De ahí su inadaptación y su rechazo a vivir entre los indios.

Por otra parte, las palabras del segundo acto muestran que el destierro de Silverio es dolor, soledad, arrepentimiento, angustia. «¿Quién podrá acordarse de mí, del pobre Silverio?… lo que fue ya no existe. Yo soy el muerto de la Aguada de Oncaba. Yo me mate al destruirla».

Al final del segundo acto, Silverio se encuentra con el tropero que conduce mercaderías de contrabando. Este le dice sin conocerlo, que los verdaderos usurpadores son los españoles, quienes se benefician del trabajo ajeno. Luego le relata la historia del famoso Silverio Leguizamón, quien «¡Fue un notable criollito que supo alzarse frente a los mandones y proclamar por primera vez, los derechos del hijo de la tierra contra el abuso de los advenedizos!» Allí Silverio se da cuenta que ya no se pertenece a sí mismo, ha entrado a formar parte del acervo popular de la gesta criolla.

En la tercera jornada, Silverio participa de una fiesta religiosa en honor al Santo Patrono de la Ciudad. Allí se destaca el episodio en el que un criollo castiga con su rebenque a una mujer, viuda de su hermano, por sorprenderla con otro hombre. Interviene Silverio trenzándose en feroz lucha con el golpeador, a quien mata de una certera puñalada. Comete así su segunda muerte, esta vez por el honor de una mujer. Prosigue luego su fuga, con la ayuda de todos los que lo protegen.

La jornada cuarta, transcurre en una vieja estancia criolla. Hasta allí llega la partida que persigue a Silverio, pero los presentes aluden no conocerlo. No muy convencida se retira. Ya de noche, en torno al fogón, se han reunido viejos y jóvenes, quienes hablan de Silverio. Se destaca allí, las palabras de Bautista:

«Yo no conozco a Silverio. Ni de vista siquiera. No hablo para defender a un amigo o un compadre. Ni hablo para atacar a ninguno. De lo que ha hecho, de eso si sé muy bien. Y eso lo está pintando… Yo no soy su cómplice. Pero algo de él soy. Algo de mí en el ciento. Algo de lo que él ha hecho, hallo que a mí me correspondía hacer, que lo hecho por mi cuenta… Y de alguna manera, cuando pienso en lo que hizo, me siento enredado en los hechos como si yo mismo los hubiera realizado. ¡Su destino, de ahora y de siempre, me parece el mío propio!»

No solamente Silverio es víctima de abusos e injusticias, en este acto también está presente el drama del indio. Otro personaje: Fuego, será el que lo ponga de manifiesto: la voz de fuego-«A vosotros me dirijo: a vosotros los tristes. Los que no tienen esperanzas ¿estáis muertos? Los blancos buscan vuestras hembras, pero el fruto abomina de vosotros, os reniega; pertenece a ellos. Moris en el injerto».

Se anticipa aquí el planteo de Canal en el sentido de que las manifestaciones concretas y objetivas del espíritu mestizo son solo imposición, superposición y que el apareamiento no llega a ser matrimonial.

En la jornada quinta, Silverio ha sido descubierto, pero encuentra quienes lo amparen y faciliten la huida. Ya en presencia de la pampa que se abre infinitamente ante sus ojos, el reflexiona acerca de quién es. Se conmociona cuando comprende que su imagen se ha cristalizado y descubre que el mito es entonado, incluso, con el apoyo de su guitarra por algún cantor de las pulperías de campaña.

Al final, sorprende la noticia de la detención del fugitivo. El texto con el que concluye la jornada, pronunciado por otro personaje, Espiándola, confirma que Silverio se ha convertido en esencia, el pueblo participa en él, y él lo conjuga y representa:

«¡Nos quieren castigar a todos, en el… en su cuerpo! Nos van a condenar a todos… en él. ¡Nos van a mandar a todos a la horca… en él! (se miran recíprocamente a la cara y estallan al unisonó en una sola carcajada) ¡Bárbaros!… ¡No se dan cuenta que ahora tendrían que matarnos a todos para matarlo a él!»

En la jornada sexta, la justicia condena al reo con la pena de muerte en la horca, pero previamente debía recibir doscientos azotes con una pena de suela (se lo juzga el 20 de mayo de 1800) se lleva a cabo el remate de sus escasas pertenencias y vuelve a manifestarse la intención social con expresiones de los espectadores: «aquí no hay mas crimen que ser pobre… El pobre tiene que pagar su pobreza con la vida. El final es misterioso. Mientras esta caído, una mujer cubierta con un manto negro, sube al tablado, se acerca al cuerpo yaciente, se arrodilla, se despoja de su manto y piadosamente lo despliega sobre el cuerpo del reo. Es ya de noche».

Al día siguiente, cuando lo revisan a los efectos de concluir el castigo corporal suspendido el día anterior, descubren que está muerto, pero ese cuerpo no es el de Silverio. Nadie se explica lo ocurrido. En Carreras, G., Op. Cit. 123-127, 131-132

En este artículo se anticipa un breve análisis crítico de la pasión y muerte de Silverio Leguizamón, buscando un criterio interno de clasificación sistemática, para luego interponer una interpretación alegórica.

Hasta aquí hemos leído a esta obra de género teatral desde la perspectiva hermenéutica que ve en él un mito popular heroico, de ficción realista de carácter «trágico y paródico» que en este caso es una variante del teatro gauchesco y hemos podido comprobar como el análisis sistemático de los principales elementos integrantes de la obra, podremos llegar a su comprensión sin dejar zonas oscuras o residuos enigmáticos, o sin generar a su vez allá mismo problemas hermenéutico insolubles, como sucede frecuentemente con las interpretaciones alternativas de orden alegórico.

Ahora es el momento de contrastar la interpretación hasta aquí desarrollada por el mismo autor, en las sucesivas calificaciones expuestas en las ediciones, lo que nos permitirá a su vez, desde ángulo diferente, profundizar tanto en la comprensión global, como en los aspectos particulares de la obra, como el ambiente o escenario de la obra, cuyos diversos ingredientes del mismo, necesarios para entender al personaje y los hechos relatados. Esto es, el estudio de Silverio Leguizamón, en sus diferentes concepciones como obra biográfica o histórica o social o política o religiosa lo cual nos obligará a reiterar conceptos, definiciones, análisis en los aspectos históricos, sociales, políticos o religiosos del ambiente santiagueño en el que se sitúa la acción de la obra.

Por eso es menester comenzar diferenciando entre las interpretaciones de la obra que giran en torno a su protagonista y la que giran sobre la obra como un todo.

1- Interpretaciones

  1. a) Silverio Leguizamón no es un héroe al estilo del Cid

Si bien es cierto no es una sátira del heroísmo en sí, sino la falsa representación que se hace de los ideales heroicos, como la realización de hazañas inverosímiles. Su proyecto de héroe no es total, pero una cosa es lo que quiere ser lo que no puede ser. El drama es que quiere ser lo que no puede ser. No se puede equiparar a un héroe real, como el Cid, con Silverio, que ni siquiera en lo ficcional logra serlo y ahí reside el secreto de la compasión que nos despierta.

En suma, el error de quien interprete a Silverio Leguizamón como un héroe total es que no distingue entre el ideal de heroísmo que traza el personaje y la realidad de sus realizaciones.

  1. b) Silverio no es un revolucionario

No creemos que sea un revolucionario social y político en la línea del liberalismo progresista, ni en el sentido marxista en consonancia con el indigenismo que aboga por un régimen social y político de acuerdo con los ideales del comunismo primitivo. Si bien es cierto que se trataría de un socialismo utópico, pero recién al comprender luego de su «drama legal», la opresión secular del indio y el criollo.

Por el momento, nos limitamos a afirmar que el protagonista de la obra no es un revolucionario ni en el sentido del progresismo liberal ni del socialista o comunista ni en el de un izquierdismo vago o difuso, sino más bien reaccionario, incluso con respecto a su propia época. ¿Cuál era el objetivo de S.L.?, ¿era restaurar el orden colonial de la encomienda? ¿Era instaurar un nuevo orden social y político en el periodo de la organización nacional?

  1. c) Silverio no es, ni persigue ser, un paladín de los pobres y explotados

No hay que confundir, la defensa con fiereza de la tierra (su tierra) y su supuesto heroísmo con el socorrer a los pobres y explotados. Si supo alzarse frente a los mandones, y proclamar el los derechos de socorrer o amparar a miserables, menesterosos, desvalidos, afligidos, oprimidos. Ahora bien, ninguna de esas acciones tiene que ver con los pobres, en cuanto padecen penurias o escasez de bienes económicos, o con los explotados en un contexto de relaciones económicas.

Si ha estado, como dijimos en su momento a intervenir en socorro de cualquier persona sin importar su condición social, o si es pobre, actuó a favor de un pobre no lo hace porque sea tal, sino porque ha sido agraviado o sufrido una injusticia, y para el caso da igual que el agravio o injusticia, que reparar tenga una raíz económica o que sea de otra índole.

El personaje se mueve en un escenario real de la sociedad santiagueña coetánea, donde tarde o temprano tendrá que hacer frente a situaciones de injusticia de la que son víctimas los pobre y oprimidos de Santiago del Estero.

  1. d) Silverio no es un santo cristiano

Aunque cristiano, no es, sin embargo, un santo cristiano, su proyecto de heroísmo es el de un heroísmo moderno no de un heroísmo del tipo de los Santos: sus objetivos de supuesto defensor de pobres y oprimidos, a diferencia del Santo cristiano, son la gloria mundana del reconocimiento popular de la grandeza de sus andanzas y hazañas, bien es cierto que como cristiano nunca olvida que la fama terrenal no es más que una pálida sombra comparada con la gloria celeste.

Nos parece abusivo la comparación con Jesucristo, ni siquiera asociarlo a un San Ignacio de Loyola, como algo más cercano, no creemos tampoco que su redención, redimirá todas las frustraciones del pobre y el oprimido.

  1. e) Silverio no es un ser humano prefecto, dechado de todas las perfecciones éticas y morales

Las primeras sensaciones que tenemos al presentarnos el personaje, es que Silverio es un sublime héroe ético y perfecto, sin defectos humanos casi. Ahora bien esta idealización ética de Silverio es un disparate. Y con esto no queremos restar grandeza al personaje ni a su creador, sino todo lo contrario: es un gran mérito de B.C.F. habernos dado un retrato realista, verosímil, del personaje, mezcla, como todos los humanos, de cualidades positivas y negativas.

Entre sus defectos, cabe mencionar, el dejarse dominar por la cólera cuando un criollo castiga con su rebenque a una mujer, viuda de su hermano, o cuando mata al caballero español y escapa al galope de su caballo, o cuando le reprocha a Paykin que sean cazadores y no guerreros.

Es asimismo vanidoso: le obsesiona la fama. También es fanfarrón: es cuando Silverio se encuentra con el tropero que conduce mercaderías de contrabando y le relata la historia del famoso héroe de la gesta criolla. Esta presentación en torno de auto alabanza, a aspirante a un valiente héroe lo envilece, convirtiéndolo simplemente en un bandido.

  1. f) Silverio no es imagen de Cristo

Nos parece una impostura esta concepción cristológica de Silverio, al no tomar como termino de comparación el Cristo histórico, sino el Cristo de la fe. Advertido esto, debemos empezar diciendo que presentar a un bandido como una imagen de Jesucristo es disparatado. Hemos visto que Silverio no es un héroe, sino un personaje paródico, una caricatura de héroe caballeresco, digamos. El reniega de su vida como un héroe andante.

En cambio, Cristo, visto desde una perspectiva cristiana, realmente es un vencedor, un héroe religioso, que culmino triunfalmente. Su misión de redención de la humanidad con su resurrección tras su muerte en la cruz como sacrificio expiatorio. ¿Qué sentido tiene comparar a un bandido con Cristo? Pero incluso dejando aparte esta impostura, ni siquiera se lo podría erigir en brazo armado de Dios, que anuncia su ley y sale a imponer el bien a la fuerza.

Interpretaciones de la pasión y muerte de Silverio Leguizamón

Habiendo refutado las interpretaciones ambigüsitas y relativista, emprendemos ahora la tarea de comentar críticamente las interpretaciones simbólicas, cimentadas en la sobrevaloración de la perspectiva idealizada de la pasión y muerte de Silverio Leguizamón, junto con la tesis de que el verdadero sentido y propósito de la obra se halla entre líneas, en lo profundo, más allá de la superficie visible del texto.

Las interpretaciones simbólicas (ya mencionadas y refutadas en términos generales) varían a su vez según qué tipo de simbolismo identificando los diversos exegetas alegoristas. A nuestro juicio, cabe discernir géneros de interpretaciones:

1º Interpretaciones biográficas de un bandido con pretensión de caudillo popular.

2º Interpretaciones históricas, según la cual la obra es en el fondo una alegoría sobre una parte de la historia de Santiago del Estero, preferentemente sobre la España imperial (tardía) y los comienzos de un proceso independista.

3º Interpretaciones políticas, de acuerdo con los cuales la obra es, en realidad, una alegoría sobre la política española de la época en Santiago, sobre las instituciones políticas o incluso una alegoría que expresa un pensamiento político.

4º Interpretaciones sociales, en las cuales la obra se presenta como una alegoría sobre la estructura social del Santiago del Estero, de Silverio y los conflictos sociales de la época.

5º Interpretaciones psicológicas, en la línea de la llamada psicología de los pueblos o psicología colectiva, que pretenden presentarnos a los personajes de la obra como símbolos de una moda de ser de los santiagueños, del carácter provincial.

6º Interpretaciones religiosas, en las que Silverio se nos presenta como una alegoría que contiene un significado religioso.

7º Interpretaciones filosóficas o metafísicas, en el que la obra se nos ofrece ahora como símbolo de una concepción filosofico-metafísica sobre la realidad y la relación del hombre con ésta.

Esta interpretación es meramente clasificatoria, esto es, no constituye por sí misma un argumento que esgrimir una con otras, no tiene poder de prejuzgar a las interpretaciones simbólicas realizadas por los literalistas.

Es una interpretación que propone superar una interpretación alegórica programática a lo que nos tiene acostumbrado los literalista. Por lo tanto es menester comprobar la fertilidad para afrontar es estudio sistemático de los episodios de la obra.

XI – Ontogénesis Santiagueña: unidad e identidad

«Sgo. del Estero-una a la que su mapa le queda grande. Por todos los puntos cardinales, lo propiamente santiagueño parece terminar antes de sus límites. Esto hace pensar en una especie de insularidad. (…) Su encerramiento parece obedecer más a un espíritu de conservación de lo propio que de negación del otro» En Carreras, G., op.cit.35

«… América puede ser vista como un plano de última etapa de un proceso de expansión inherente al genio de la cultura occidental. La cultura occidental viaja, desde sus primeros pasos, hacia occidente por impulso original (…) aquí los americanos tenemos derecho a preguntarnos si ese encuentro comenzó el día mismo en que el conquistador pisó la tierra americana (…) A partir de allí la protohistoria transcurrió a lo largo de siglos, entre crisis y vicisitudes (…) La cultura conquistadora choca en la nueva tierra con culturas preexistentes, las vence: y debe cumplir todavía otra etapa en relación con el ámbito natural (…) España es lo menos europeo de Europa (…) A mediados del siglo XVIII, nuevas corrientes de dominación vienen a disputar el campo al viejo conquistador español. Son europeos pero diferentes entre sí, hablan distintos idiomas (…) penetra profundamente (…) al impactar sobre el sujeto en formación, retrotrae el problema a una suerte de recomienzo (…) la heterogeneidad del sujeto conquistador, cuyos proyectos impulsan acciones que desembocarían en la constitución de las dos ciudades argentinas. La conquista española estuvo escindida en dos proyectos antagónicos cuyos portadores son la corriente alto peruana (de visión medieval, de constitución mediterránea) y la chilena (moderna, reformista con idea de universalidad”, en Carreras, Gustavo, op.cit 92-95.

Cuando se designa a un grupo por su homogeneidad, se lo hace contrastando con relación a otros grupos próximos: a los vecinos. Cada grupo en cuestión tiene conciencia de ser distinto, en mayor o en menor medida de otros grupos, podemos decir que ha alcanzado un determinado grado de unidad. Los factores distintivos van desde los aspectos físicos hasta la religión y la lengua.

La dificultad es definir tales grupos humanos. Los límites que los separan reciben el nombre de fronteras y el lugar donde reside la autoridad que los rige o gobierna recibe el nombre de capital. Los mapas pueden distinguir a los grupos humanos.

Dicho esto hay que emplear la voz: historia (de los grupos humanos), la memoria del cuerpo colectivo y como se refieren a él. La visión de los hechos puede variar según los historiadores, y decimos a más variación menos unidad y viceversa.

Cuando un pueblo tiene ideas contradictorias acerca de su pasado es porque los datos en que se basan esas ideas se presentan a ambigüedades, es decir, no son datos verdaderos y el historiador o el intérprete, suple de modo más o menos consciente las partes dudosas que aquellos ofrecen con sus propias inclinaciones emotivas.

Los grupos humanos de pasado remoto, puede decirse por ejemplo, que ciertas tradiciones y hechos legendarios le han servido de pauta y guía para mantener un rumbo determinado en relación con otro grupo.

«…allí fundaron las primeras ciudades, donde había la población indígena para servir de mano de obra y establecieron sus límites guiados por el accidente musical de la tonada. Por tanto era el indígena el que señalaba la primera organización geopolítica de la Argentina. Así la ciudad mediterránea surgía de las raíces mismas de la tierra». Op. Cit.94

En el caso de Santiago del Estero, parece innegable que el elemento separador era la concepción del nuevo mundo español y la tonalidad. La primera imagen de un Santiago unido, de una unidad española, quizás se deba a la españolización, pero de nuevo es el mapa de Sgo. es quien contribuye a oscurecer los hechos, aunque estuviese sometido por los siglos a una administración española. Nuestra provincia no estuvo españolizada de modo homogéneo y profundo en su totalidad, es decir, en su unidad cartográfica distaba de corresponderse con su unidad vital y fue sin duda su conformación geográfica la que contribuyo a fortalecer una situación equivoca.

Sgo. fue un apéndice de la civilización española (al centro-oeste), al este del rio Salado no se vieron españolizados hasta casi el siglo XVIII.

Recién en el periodo de la organización nacional quedó bastante segura la frontera. Aunque nuestra provincia representaba un territorio ampliado, donde la diversidad predominaba sobre la homogeneidad, el único factor que era común a los habitantes de estos territorios era el religioso. También la lengua que se expandía en todas direcciones ya era un hecho consolidado.

Hasta el siglo el siglo XV, la proximidad estaba condicionada (con los vecinos) sobre lo que venimos llamando fronteras naturales: ríos, bosques, etc. Luego estos grupos estarán separados por el factor más vigoroso de ese momento: la religión, y luego se añadirá la lengua (asunto que luego ampliaremos). Ahora bien, la observación del mapa físico de Sgo. depara ideas muy sugestivas de las que se desprenden conclusiones esclarecedoras. ¿Cuáles son las cualidades delimitadoras?, ¿Somos mediterráneos, somos atlánticos?, ¿A dónde empieza y termina Santiago?

Parece necesario servirse aquí de la palabra «europeidad», por simetría y por lógica expositiva. Y una vez aceptado el término. Hemos de admitir que la irradiación de esa europeidad se sitúa en paralelos y meridianos un tanto alejados del rio Salado y situados más al norte.

Entonces, ¿dónde empieza Sgo?, ¿en los valles y sierras del norte?, ¿en los bosques del centro-este?, ¿en las pampas del sudeste? Alguien nos dirá que hasta el siglo XIX, por las mezcladas etnias que hoy somos los santiagueños están más en consonancia con la mediterraneidad física, aunque serán desprestigiadas a fines del siglo XIX. Ni hablar de los grupos humanos al este del Salado que para algunas categorizaciones tendrán menos prestigio y poder.

Parece fuera de duda que, a partir del siglo XV, los grupos que más intensamente influyeron en los futuros santiagueños provenían del noroeste, y que marcarían para siempre en estos territorios al vivir y el pensar de los cristianos victoriosos.

Creemos que existió una conciencia de identidad en constante peligro, representado no solo por las otras etnias, religiosas, sino por la coexistencia de corrientes provenientes sea de Alto Perú, o de Chile. Esta última también fue una forma de identidad que dependía de la capacidad para eliminar a ese enemigo, nos estamos refiriendo al desenlace entre Núñez del Prado y Francisco de Aguirre.

Entonces fueron las circunstancias históricas insoslayables que llevaron a Sgo. a una unión más bien cartográfica que real, al aislamiento de grupos hacia el interior de nuestro territorio, desfavoreciendo muchas veces por la desfavorable disposición física, sino también por la sucesión de ciclos de inundación-sequía, y la configuración político-económico que se estaba desarrollando.

A esto habrá que añadir a todo esto que la historia de lo que, con léxico de hoy, pudiera llamarse urbanismo es la historia de una impotencia y ello no obstante la existencia de numerosas iglesias, parroquias, templos que mantuvieron durante siglos las únicas células que mantenían en orden a los pobladores de ciudades y aldeas.

Fueron las parroquias, los únicos núcleos capaces de organizar la vida a su alrededor. Se llevaban con más o menos orden, los libros de bautizados, de casados y de difuntos que además de ser los auténticos registros de la identidad y de la situación civil y jurídica, constituían la base sobre la que descansaba todo el sistema. Sujeto a un calendario que era psicológicamente adecuado y en el que los conceptos de trabajo y descanso eran distribuidos más o menos con aciertos (para el español).

En este apartado no haremos referencia a los defectos que adoleció la organización eclesiástica a que aludimos, que estuvo sin duda en la incapacidad de reinvertir y hacer producir los ingresos sobrantes.

Volviendo a lo nuestro, nosotros sostenemos que cuando un cuerpo social se ve afectado por fenómenos de importancia y duración (explotación, relaciones de producción, migraciones forzadas, etc.) es natural que la identidad, la unidad sea puesta en duda por quienes buscan una identidad secular.

Y los fenómenos cuando se hace crónico producen el concebido efecto de confundirse con su causa, y de ahí que parezca inútil buscar responsabilidades.

Por ello, siguiendo la distinción o taxonomía de Gustavo Bueno («Predicables de identidad», El Basilistico, nº 25, 1999, pág. 3-30), en la constitución de América (del sur), identificaremos al pensamiento de B.C.F., en las concepciones que presuponen la naturaleza superestructural (accidental) de unidad, en la alternativa de los modelos ínter-nacionalistas, versión b)»positivista-universalista». En las concepciones que presuponen la naturaleza estructural (esencial) de su unidad, en la alternativa «occidentalista» y en menor medida «hispanista». (También se lo pueden consultar en la revista Catauro, (La Habana), 2001. Gustavo Bueno, «España y América»).

XII – Superposiciones culturales y desarrollo histórico

«…el concepto de S.C., presente en los estudios de B.C.F., sobre nuestro proceso cultural, indica que nuestra identidad se fue forjando en el transcurso de nuestra prehistoria, e historia, a la manera de superposiciones culturales sucesivas. Ellas son: la formación del componente indígena, el momento hispano-indígena, el proceso de organización nacional, el componente inmigratorio y el presente problemático (…) el análisis de Canal representa un esfuerzo por afirmar a un sujeto, en función del cobran sentidos los «legados». Concibe esta herencia cultural como mucho más amplia y rica que una edad de oro a la que retornan. Se remonta a un milenario pasado indígena, cuyo legado aun percibe y no fue desentrañado del todo (…) concibe el presente como tarea de realización del inacabado proceso de liberación. La pauta básica será, en el lenguaje de Canal, la autenticidad. Esta pauta coincide con esta otra: ponemos a nosotros como valiosos. A partir de allí, pensar y trabajar por un modelo del país en el que la convivencia social se constituya como un reina de fines». (En Carreras, G, pag.96-111)

El tema de las superposiciones, la idea de irrupciones de los legados en la vida social, constituye el motor de la evolución histórica, buscando a su vez una «restauración cultural». Este es el hecho básico de que debemos partir ahora: la idea de que las superposiciones culturales, es la sustancia de la historia santiagueña, y que en función de dichas superposiciones se explican las mudanzas y cambios históricos.

Ahora bien, ocurre que en cada superposición se encuentra con las formas que han dado a la existencia de etapas anteriores, unas veces, los componentes de las nuevas etapas se adapta a dichas formas y la prolongan y otras no hay adopción, más aun se oponen a estados preexistentes y ahí sobreviene las épocas eliminatorias y polémicas: Es el momento de la oleada inmigratoria (como ya vimos en otros artículos) B.C.F. amonesta paternalmente para avergonzar a las nuevas generaciones de argentinos, de no advertir al sujeto latinoamericano, de sus raíces, de lo que desconoce.

Nosotros nos preguntamos, ¿qué criterios sirve para determinar la importancia de los cambios en Santiago del Estero?, las referencias de irrupciones no es un fenómeno natural en el decurso histórico. B.C.F., tendría que haber advertido que estos cambios respondían a cambios mayores en el mundo que de ordinarios.

Los conflictos y contradicciones entre etapas, tratados aisladamente llevaran al mismo resultado negativo y a no determinar la evolución histórica. En resumen, nuestra formación de identidad y superposiciones puede ser todas las tonterías que se quiera, pero no es en ningún caso una categoría histórico-social. La verdadera categoría social donde la «historia ejecuta sus movimientos» es el de las clases sociales, en las distintas crisis del capitalismo global. Los cambios históricos y el deseo emancipatorio se debe al menos en gran parte del siglo XX en función de una real e inevitable lucha de clases.

En la concepción de Canal de desarrollo histórico típicamente idealista la teoría de establecer y reafirmar la identidad, desempeña, en efecto, un papel preciso, bien delimitado: el de ocultar la ley objetiva de la lucha de clases como ley determinante del desarrollo histórico, desde la disolución del milenario pasado indígena.

Quizás de objete a esta afirmación tan categórica que la teoría se desprende de una manera natural de toda metafísica de B.C.F., sin conexión visible con la lucha librada en torno a estas cuestiones entre el materialismo histórico y las diversas escuelas idealistas.

Prueba de ello que hasta lo que sabemos de B.C.F., no polemiza jamás con el marxismo, con la teoría de la lucha de clases. Aquí se mezclan dos problemas distintos. En primer lugar, es cierto que la metafísica de B.C.F., al aplicarse a la historia, tenía forzosamente que cristalizar en alguna teoría por toda una serie de condiciones generales de la lucha ideológica en la etapa histórica cuando formula la teoría de las superposiciones culturales. Debía ser así porque la ideología de B.C.F. está orientada, en sus aspectos esenciales, a la lucha contra el materialismo. En segundo lugar, por ciertas circunstancias peculiares del desarrollo social e ideológico de Argentina, es que explican la indiferencia de Canal ante el Marxismo, la ausencia de una referencia polémica abierta.

Con esta rápida exposición sintética de las ideas de B.C.F., en cuanto a la interpretación de la historia y el papel de los «legados», nos permite destacar ya dos conclusiones esenciales: primero, la interpretación de la historia es esencialmente metafísica, idealista, segundo, en ella el método desempeña una función peculiar: intenta responder, mistificadoramente a las exigencias dialécticas que todo proceso real de la historia, impone de una u otra forma, a las ideologías contemporáneas de la burguesía liberal (de ese momento). La idea de las superposiciones culturales tiende a suplantar y ocultar las contradicciones reales que impulsan el desarrollo de la sociedad, en virtud de leyes objetivas.

XIII – La idea de Argentina y América en B.C.F. : el discurso filosófico y el discurso político

La confrontación que nos proponemos llevar a cabo quiere mantenerse en el terreno estrictamente «académico», al menos de un modo inmediato. La polémica que, sin duda, es indisociable de cualquier confrontación académica, estará implícita en esta confrontación, pero no explícitamente buscada como esta ocasión. Sería preciso «tomar partido» por algunos de los sistemas confrontados, pero nuestra perspectiva del momento, aun consciente de la dificultad, por no decir imposibilidad del intento, procura hacer abstracción de mi coordenadas ideológicas (explicitadas en la introducción). Nos proponemos tan solo confrontar, en torno de la idea de Argentina- América.

El intento de confrontación crítica que estamos intentando, presupone, desde luego, que la idea de Arg.-América de B.C.F. es una idea filosófica, y por tanto, una Idea que no solo puede formar, sino que forma parte de hecho, de algún sistema filosófico.

Pero, ¿cómo Argentina y América pueden considerarse como una idea susceptible de ser concatenadas en un sistema de ideas? B.C.F. no ha planteado explícitamente esta cuestión, pero ha procedido de tal modo que podemos tratar de representar, a nuestra manera, los pensamiento que suponemos él mismo ha ejercitado. Para ello es menester introducir una distinción que consideramos fundamental, entre dos clases de ideas o, si se prefiere, entre dos modulaciones de las mismas ideas: las que podrían ser las llamadas «abstractas» (universales-distributivas) tales como «ser», «estar», «estar siendo», «existencia», «causa», y la que suelen llamarse «concretas», o también, ( atributivas, unitarias), tales como, «tierra», «suelo», «paisaje», «raza», etc.

Ahora bien, América y Argentina (Sgo. del Estero), por ejemplo, de ser un mero concepto geográfico, o político desde el siglo XV, alcanza la condición de Idea en el sistema de Hegel y desde luego, en el de B.C.F., Argentina, por tanto, si nuestra interpretación es correcta, es también una idea filosófica en el sistema de B.C.F. y lo es precisamente a través de América. Esta idea filosófica plantea «problemas filosóficos» y los problemas filosóficos (suponemos) tienen una estructura muy distinta a la que es propia de los problemas científicos o técnicos, estos problemas desbordan los recintos categoriales. Su planteamiento requiere perspectivas intracategoriales (o trascendentales). Y por ello, las respuestas a tales problemas no alcanza nunca la resolución «univoca» (aunque sea parcial) que suele acompañar a las soluciones auténticas dadas a los problemas científicos.

Sin embargo, la condición «trascendental» de las ideas y de los problemas filosóficos correspondientes no significa que estos problemas no sean, ante todo, problemas prácticos, como nos advierte B.C.F. Y tanta más práctica cuando nos refiramos a problemas correspondientes a determinadas ideas singulares, concretas, como lo es, la idea de América-Argentina.

Alberto Tasso, que a modo de presentación de este sociólogo santiagueño, nos dice que Canal «…se da a sí mismo la tarea de interpretar, como nadie lo había hecho hasta ese momento, la totalidad de la vida de su provincia (postergada)… «(En Carreras, G. pág. 183). Además agrega este último autor que, ante el estado de postergación de la provincia y en una autocrítica profunda del pueblo santiagueño, se impone la tarea de interpretar el presente para proyectar el futuro (Óp. Cit: 183). Creemos que lo que el busca es orientarse acerca del destino del pueblo al que se sienta adscrito. El cultivo de sus ensayos, obedece a un afán que busca salida a un mismo afecto, a la salvación de los hechos, con el objetivo de elevarlos a la plenitud de su significado. Pero estos hechos que buscan ser salvados (no por ello siempre defendidos) son temas de sus preocupaciones.

Pero los problemas de Sgo., Argentina y el problema de Argentina y Santiago (Argentina es el problema), son tratados por B.C.F., desde una perspectiva filosófica. Y esto, desde nuestras coordenadas es tratado, solo si es posible si Argentina y Sgo son Idea, y no mero concepto geográfico o político. Una idea cuyo rango filosófico parece que está vinculado al rango filosófico de la idea de América, por cuanto, B.C.F., parece sobreentender que Argentina es una parte esencial de América, y que la idea de América requiere un tratamiento filosófico. Como él dice «hacia arriba y hacia abajo”, dado que ello remueve los componentes más profundos a partir de los cuales se construye la idea filosófica de «vida espiritual». «El grave error de las ideologías dominantes del siglo XIX, fue absolutizar a Europa y renegar del pueblo latinoamericano» (Óp. Cit, 186). El principal problema para B.C.F., es no haber tenido una mirada «tierra adentro», que la «pasión» debía constituirse en «razón», es el que obliga a ver a Argentina como problema (filosófico), el problema radical tendría que ver con la misma cuestión de la conexión entre Argentina y América. Porque si Argentina se considerase fuera de América, dejaría de ser, en el sistema de B.C.F. un problema filosófico, y se convertiría, a lo sumo, en un problema económico o técnico o administrativo. Entonces, «Argentina es el problema, América es la solución».

Llegado a este punto podemos trazar ya muy claramente las distancias entre el planteamiento de los problemas que gira en torno a la idea de Argentina, en cuanto a su «frustración constitucional». Para él la idea de Argentina y Sgo., solo se concibe como tal en el seno de América, mientras que otros intelectuales y pensadores de la época la concebían a Argentina, disociada de América (sin que ello quiera decir: separada de América). En un caso, la conexión de Argentina con la historia universal solo se concibe a través de América. En otro caso esta conexión se concibe al margen de esa mediación.

La idea de Argentina en B.C.F., es que aun a pesar de ser un organismo vivo, pero semi-salvaje, es que necesita vincularse a América para recibir de ella la revelación del espíritu, nos parece, en lo sustancial, la idea de la «Leyenda Negra», pero solo que invirtiendo sus pronósticos derrotistas o pesimistas. E invirtiéndolos en un voluntarismo americanista que busca apoyo en el indigenismo, en la unidad de origen de las naciones americanas.

B.C.F. nos advirtió de los peligros de un Estado Unitario, y de los supuestos de ser un país federal y con integración regional (PINOA).

Pero no advirtió en el momento en que los formulaba, que los entusiasmos tenían motivos muy distintos y contradictorios. Y esto es lo que B.C.F. no parece que quiso ver, porque las circunstancias que inclinaban la balanza hacia un lado o hacia otro, no dependen, por tanto, de la Idea de Argentina y de la Idea de América propiamente, sino de otros que el sistema de B.C.F., no permite incorporar.

XIV    La cuestión urbana: Tonalidad, sitio y emplazamiento

«La distancia entre las estaciones (simple medida, al principio, del aliento de las viejas locomotoras) y lo mismo que la distancia entre dos antiguas postas (medida del aliento de las bestias de tiro) no siempre bastaron por si para suscitar o justificar una ciudad. Pues en verdad, es una distancia de hondo aliento humano-sobrehumano, tal vez la que mide el espacio de posibilidades auténticas de una ciudad a otra. Distancia que no tiene rigor geodésico: es la precisa distancia en que ya cambia la tonada (pag.21) (…) Bastaría observar el mapa etnográfico del país en el momento de las fundaciones para darse de la sensible coincidencia de las zonas de dispersión local de las primeras poblaciones indígenas, con las provincias cartográficas y constitucionales actuales. Esa coincidencia encierra, acaso, la clave de las diferencias tonales tan netamente perceptible entre las provincias (pag.26), (Carlos V.Zurita, en quien fue B.C.F., pag.37).

El texto nos invita a reflexionar sobre las motivaciones que tuvieron los conquistadores para que las ciudades en esta parte del mundo «prendan», y presidan de una tonada y una toponimia explicita. A estas argumentaciones lingüísticas en la separación también se incluye una modificación en las divinidades.

Esta hipótesis, de la elección del sitio al momento de la fundación por cuestiones «tonales», nos abre nuevos interrogantes a lo que comúnmente se analizan desde una escala territorial, comprendiendo las relaciones entre las distintas unidades, las redes que desarrollaron, estructurales en cuanto a su trama y espaciales en cuanto al paisaje circundante. En este sentido, a las «hipótesis de motivación», tradicional que son: motivos económicos-productivos, motivos de evangelización, motivos geográficos y motivos de vinculaciones territoriales, se suma ahora lo tonal, lo lingüístico.

Es posible deducir que esto fue posible cuando los esquemas formales en que se organizan las palabras nominales y verbales para sus respectivas flexiones, pudieron ser codificado con forma a uno o varios criterios y sometidos a clasificaciones y reglas. Todas las lenguas tienen una gramática implícita y desde los griegos, el hombre se ha esforzado por reflexiones acerca de cómo las lenguas crean palabras, les dan significado, las juntan y las hacen funcionar para expresar enunciados. Fueron los misioneros sobre todo, ante tal diversidad lingüística debieron crear nuevos paradigmas gramaticales en los que cada lengua quedara atrapada con sus propios rasgos y, de esta manera, cualquier interesado pudiera entenderla.

Por fortuna a los que llegaron, existían ya imperios y lenguas imperiales, muy extendidas y otras que ejercían un cierto poder sobre sus vecinas, llamadas por los cronistas «lenguas generales», que permitían un cierto poder sobre sus vecinos.

«…se debe tener presente que el conquistador español no viaja entre ciudades pero si entre tribus, y a través de la toponimia remanencial sospechamos que había un idioma interracial de gran plano…» (Op.cit.38).

En esta parte del territorio, una lengua mayor era el quichua, también existían otras lenguas menores. El quechua pertenece a un gran tronco lingüístico que hoy se llama andino. Los lingüísticos coinciden en afirmar que los pueblos hablantes de lenguas andinas ocuparon el continente hace mucho miles de años.

El guaraní en cambio es lengua de llanura, pero los guaraníes no formaron nunca un imperio, pero sí lograron crear una unidad lingüística y cultural. La familia lingüística arahuaca se extendía en gran parte de Sudamérica.

Los misioneros en su misión de ampliar la cristiandad, había que predicar en lenguas extrañas (al principio lenguas mayores), por lo tanto había que hacer registro gramatical y volcarlo a un texto, muchos de ellos religiosos: doctrinas, catequesis, sermonarios, vida de santos, e inclusive libros de contenidos ascéticos. Con ellos se generó una infraestructura filológica en lo que se hizo una primera codificación de lengua.

Las lenguas menores hablada en el Chaco, como en las orillas del rio Salado, fue puesta en arte por el jesuita Antonio Machado de Cerdeña, Arte y Vocabulario de la lengua lule-tonocoté en 1732 (sobre la filiación del lule-tonocoté, hay divergencias. Para Tovar (1984,34), esta lengua pertenece a la familia andina, para Greemberg (1987,385), al tronco macro-panoa).

Entonces la elaboración gramatical de las lenguas habladas en el nuevo mundo, se interponía entre la palabra evangélica y el descubrimiento de las nuevas lenguas, haciendo una relación entre lengua mayores- menores y el imperio de ciudades que implantaron los españoles en América, las motivaciones de elegir el lugar de asentamiento respondían más a múltiples decisiones, como hemos visto, que a una particularidad o distinción tonal.

FINIQUITANDO

B.C.F., se nos ofrece como un pensador conservador, sin haber sido bien aprovechado por la derecha Argentina y santiagueña. Su pensamiento ha servido para amortiguar y desviar los posibles fervores, digamos, revolucionarios en Argentina. Su pensamiento fue una pantalla para muchos que les impidió ver lo que hay detrás, es decir, una realidad objetiva y dialéctica, que necesita ser más correctamente interpretada.

Creemos, que su acción con la Brasa, fue de primerísima importancia en el plano cultural, B.C.F. abrió múltiples ventanas, en la raquítica casa de nuestra cultura, su labor fue esplendida, de fomentador que se benefició Sgo. Del Estero, entero. Frente a la chatarra tradicionalista, frente al esteticismo y las romantiquerias de que cojeaban la mayor parte de los hombres de principios del siglo XX. La obra y la acción cultural de B.C.F., supusieron un viento fresco de racionalismo y de historicismo, es decir, de espíritu moderno.

El B.C.F. de los años cincuenta, fue ideológicamente un pensador liberal, de una burguesía que pretendía ser moderna. Hoy en día en el plano político-intelectual, nos tendría poco que decir, las nuevas generaciones buscarían maestros más seguros, menos ambiguos y más radicales.

Su obra, sobre temas políticos, históricos y sociales, abundante por cierto a lo largo de muchos años de actividad intelectual, fue decisiva en la conciencia de ser Argentino, ser santiagueño y de su quehacer cultural en Sgo del Estero. Es para este B.C.F. «pedagogo» para el que conservamos nuestro mayor respeto. El que nos unió en el sentido de haber sido lectores atentos  en los años primeros de nuestra formación docente, y en la misma aspiración de libertad.

Pero también nos han separado muchas cosas (su estatura intelectual, los años en el cual se desenvuelve, sus concepciones de la Argentina radicalmente distintas a la nuestra, e incluso quizás, una idea diferente de la función social del intelectual, entre otros asuntos). B.C.F. nos aporta datos para la elaboración de nuestra historia, pero no elementos para la construcción del futuro.

Por Hugo Manfredi. (Febrero – Marzo 2015)

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Santiago del Estero como resabios de los Imperios.

III. SHAKESPEARE EN SANTIAGO DEL ESTERO

Creemos que la versión imperialista que estamos tratando desde el capítulo anterior va de la mano de la famosa tragedia de Shakespeare: “La Tempestad” (10). Próspero encarna la figura del sabio europeo que para sus propósitos de conocimiento pone a servicios de todas sus fuerzas de la isla donde sucede la historia. Esas fuerzas que habitan la isla están simbolizadas en Ariel y Calibán.

Existe entonces una pregunta que es la base de todos los pensadores de Santiago del Estero, desde hace mucho tiempo (no todos obviamente) ¿Cómo hace una cultura que quiere independizarse es esos retazos del imperialismo para imaginar su propio pasado?

Una de las opciones podría ser en seguir el camino de Ariel que es un juicioso criado de Próspero y quien al final cuando este lo libera regresa a una especie de comodidad burguesa en su casa nativa. En Calibán se encuentran dos opciones: la primera es una aceptación de su pasado oscuro y bastardo, el que puede superar por medio del desarrollo y como segunda opción está la de sacarse la servidumbre y la deformación física gracias a su hallazgo de su esencialidad la cual se remonta a un mundo pre-colonial. Dice Edward Said, que en “este ultimo Calibán es el que se encuentra tras los nacionalismos nativistas radicales que han producido los conceptos de negritudes, fundamentalismo islámico, arabismos y otros semejantes” (11).

Ahora llevemos estas posibilidades que todavía están abiertas a pesar de los más de 450 años de vida colonial o poscolonial en nuestra provincia y relacionémosla con los últimos años de vida política, económica, social, cultural. No por ello pretendemos que sea un programa poscolonial para nuestro Santiago del Estero, esto es:

  • Ser Ariel, colaborar fielmente con Próspero y luego recibir su libertad volver a su comunidad burguesa nativa que no le cuestiona su colaboración a Próspero.
  • Ser un Calibán consciente de su pasado, lo acepta aunque quiere contribuir al desarrollo.
  • Ser un Calibán radical, que busca esencias fundamentales para reconstruir su cultura. Hasta aquí nos queda la sensación que la inmensa mayoría de los santiagueños quiere ser Calibán: que a pesar de ser un monstruo deforme (recordemos como algunos retratan a la provincia) de mala naturaleza, de haber tenido una historia de esclavitud o semiesclavitud, de servidumbre, opresión de un pasado oscuro, estamos ahí queriendo salir, porque vemos abierto el futuro, que a veces nos refugiamos en el peor de nuestros pasados confundidos porque nos da miedo a la libertad. Confundida porque el que viene, nos dice que no es como el pasado y resulta que no es más de lo mismo sino “peor de los mismo”.

10- Lamb, Carlos y María. “Cuentos sobre temas de Shakespeare” Edic. Peuser. Bs As, 1955. Cap. VIII, Pag.141-155

11- Said, E. “Cultura e imperialismo”. Anagrama, Barcelona. 1996. Pag. 333

Y preferimos “el orden de la esclavitud” que los “riesgos de la libertad”. Un Calibán que todavía le tiene miedo a Prospero porque todo lo amenaza con desatar “la tempestad”. Así estamos, hay que prepararse para ser otro Calibán, es decir una cuarta opción, que recoger las categorías 2 y 3. Luego crear otro vocabulario (al menos empecemos por ahí) por completo. Haya ciertos términos que perdieron totalmente su sentido en Santiago del Estero, términos usados en la actualidad, como progreso, desarrollo, modernización, etc., no tiene sentido si es que seguimos pensando desde una estructura económica semicolonial y dependiente. Son categorías que dieron identidad en el pasado pero que no pueden dar cuenta en el futuro. Los que nacieron bajo aquellas ideas y con las otras categorías, tienen tendencia a sostenerlas aunque ya no existan.

Porque en todo caso, están tratando de sostenerse ellos mismos. Ya saben que no dan cuenta de lo que quieran, no dan cuenta de lo que viene, pero es lo único que tienen.

Hoy nos vuelven a decir sigamos creciendo, ¿hacia dónde? Si el crecimiento, el desarrollo, la modernización, etc. van a ser como en el pasado. Mejor le decimos que ya no nos desarrollen, no nos modernicen, no nos hagan crecer u otros epítetos, ya sabemos cómo termina.

Nos queda la sensación que desperdiciamos muchos nacimientos en todos estos años, pero aún tenemos la esperanza, que es una respuesta hecha en la oscuridad. Está conectada con una promesa que atañe al futuro.

Eso sí hagamos entre todos un nuevo Calibán.

Por Hugo R. Manfredi.

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