El lastre de la LEYENDA NEGRA (Quinta parte)

Nos dice Darío Madrid que, no hay nada peor que un español que se cree la Leyenda Negra. Encima, en este caso, el tal Galeano se retractó de lo que escribió en ese libro cuando fue consciente de las barbaridades que había escrito.

¿Y qué es lo que no sabía entonces?

Veamos.

En primer lugar, Eduardo Galeano, tiende a identificar con victimismo a los mexicanos de hoy con los aztecas de entonces, es esta una visión de los “vencidos”, maniquea y antihispana.

Ahora leemos a José M. Rodríguez Pardo:

«..Eduardo Galeano y su libro Las venas abiertas de América Latina. Por ejemplo, ya como adelanto de lo que será su tesis señala que: «Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder […] El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo.»{1}

En base a esta afirmación, interpreta que los españoles acudieron a América con el único objetivo de obtener y acaparar riquezas. «Como unos puercos hambrientos ansían el oro»,{2} decían los emisarios de Moctezuma respecto a los españoles, y Galeano lo reafirma, cayendo en un reduccionismo psicológico que se coordina mal con las relaciones económicas. Es más, no contento con ello, señala que, a pesar de la presunta sed de riquezas hispana, los españoles no aprovechaban tales beneficios, sino que los cedían a los acreedores europeos, que serían, según esta versión, los verdaderos dueños de América: «Los españoles tenían la vaca, pero eran otros quienes bebían la leche. Los acreedores del reino, en su mayoría extranjeros, vaciaban sistemáticamente las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla, destinadas a guardar bajo tres llaves, y en tres manos distintas, los tesoros de América»,{3} de tal manera que «aquel imperio rico tenía una metrópoli pobre, …»{4}

Estos «tesoros de América» serían, a todos los efectos, el oro extraído de las minas, por ejemplo, de Potosí. Sin embargo, Galeano, a costa de mantener una aparente coherencia, ignora u oculta intencionadamente muchos datos que contradicen su versión. En primer lugar, no era oro lo que se extraía de América, sino plata en su inmensa mayoría. Por eso mismo, cuando este metal llegaba a la península, tenía que ser cambiado por el auténtico patrón económico, es decir, el oro, misión que se encargaban de realizar los banqueros genoveses. Ahora bien, de tales intercambios España no se iba de vacío, pues gracias al cambio de plata por oro se obtuvieron capitales con los que se pudieron construir, «hace cuatro siglos, […] dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad»,{5} como el propio Galeano se ve obligado, a su pesar, a reconocer. Si realmente España no era más que un engranaje en la estructura del desarrollo capitalista, ¿cómo es que pudo desenvolverse con independencia y predominio mundial durante más de trescientos años? Evidentemente, Galeano obvia todos estos detalles, pues considera que España no era más que una estructura que saqueó los yacimientos mineros para luego hacerlos circular hacia los banqueros genoveses (Banqueros que, en el siglo XVII, continuaron financiando a España, devolviendo aquello que habían presuntamente acaparado. Tal es el caso del noble genovés Ambrosio Espínola), con lo que su papel en la Historia sería simplemente el de poner las bases para el capitalismo triunfante, sin dominio real sobre el terreno. Es por ello que se ve obligado a afirmar que España y su proyecto, es decir, la defensa de la fe católica, «resultaba una máscara para la lucha contra la historia».{6}

Lo curioso es que algo tan «antihistórico» como España mantuvo su predominio durante trescientos años, que para Galeano no serían sino una lucha contra la Historia, o más bien contra la Historia que él ha diseñado desde sus esquemas economicistas y que se niega a modificar en base a hechos que la refuten. El más claro es sin duda lo sucedido tras la independencia: «Cuando los pueblos en armas conquistaron la independencia, América Latina aparecía en el escenario histórico enlazada por las tradiciones comunes de sus diversas comarcas, exhibía una unidad territorial sin fisuras y hablaba fundamentalmente dos idiomas del mismo origen, el español y el portugués. Pero nos faltaba, como señala Trías, una de las condiciones esenciales para constituir una gran nación única: nos faltaba la comunidad económica».{7} Sin embargo, la duda surge inmediatamente: ¿cómo se puede mantener una unidad cultural y política durante más de 300 años, si no existía tal unidad económica? ¿Cómo pudieron los españoles y portugueses uniformar y mantener de esa manera zonas tan complejas y aisladas en distintas tribus y estados, si al fin y al cabo la unidad económica nunca existió? Es evidente que el esfuerzo para dar tal unidad a tierras tan variopintas no fue colonial sino civilizador,{8} y si esa unidad, reconocida por Galeano, se echó a perder, fue por decisiones políticas desafortunadas, tomadas por los próceres que asumieron el poder en Hispanoamérica (…).

En fin, no podemos aquí analizar más en profundidad esta obra de Eduardo Galeano, pues sólo le hemos hecho venir aquí para realizar la crítica a interpretaciones economicistas. Pero sí cabría decir respecto a Las venas abiertas de América Latina que es el ejemplo de una impostura. Y esto lo decimos no sólo por el desenfoque, las contradicciones y las falsedades (deliberadas o no, es lo de menos) que Galeano presenta en la obra, sino porque los numerosos lectores (en 1999 ya se habían vendido 15 ediciones del libro) han visto en Galeano una suerte de oráculo, capaz de explicar las desgracias actuales de América, acaso porque desean encontrar a alguien que les diga aquello que quieren oír, es decir: que siempre han sido pobres, indefensos y por eso les han «robado»…».

Notas

{1} Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI, Madrid 1999 (15ª edición en español), pág. 2.

{2} Eduardo Galeano, Las venas abiertas…, pág. 27.

{3} Eduardo Galeano, Las venas abiertas…, pág. 34.

{4} Eduardo Galeano, Las venas abiertas…, pág. 35.

{5} Eduardo Galeano, Las venas abiertas…, pág. 3.

{6} Eduardo Galeano, Las venas abiertas…, pág. 37.

{7} Eduardo Galeano, Las venas abiertas…, pág. 431.

{8} El desdén y menosprecio hacia lo hispano que muestra Galeano llega al punto de preferir utilizar el nombre Latinoamérica para designar a los estados que hablan español y portugués, en lugar del término más común y corriente durante siglos, Hispanoamérica. Utilizar Latinoamérica, a pesar de lo popularizado que está hoy el término y lo que supuestamente designa, implica importantes contradicciones, pues quienes así operan ignoran que tal vocablo designa también a Canadá, donde se habla el idioma francés, latino como bien sabemos, algo de lo que ya nos advirtió Íñigo Ongay en su trabajo sobre la publicación «Resumen Latinoamericano» en el número 4 de El Catoblepas (junio 2002, pág. 10). Es más, el propio Galeano hace gala de su espíritu de contradicción cuando señala en la página 283 de su libro que los británicos, en 1823, al contemplar la independencia de los territorios españoles en América, afirmaron: «La cosa está hecha; el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa.» Si los propios enemigos de España no dudaban cómo llamar a esa región, ¿por qué empeñarse en utilizar otro nombre? Al parecer, este nombre fue acuñado por los criollos liberales hacedores de la revolución, quienes vieron en el término Latinoamérica una forma más de liberarse del dominio español: «Caso de desespañolización fue la adopción del término ‘Latinoamérica’, en sustitución del de Hispanoamérica, con el argumento de que los nuevos países no sólo tenían influencia española, pues se declaraban hijos espirituales de Francia, es decir, de la Revolución francesa. Claro que entonces ‘Anglolatinoamérica’, hubiera quedado mejor, ya que la influencia norteamericana, quizá no muy espiritual pero sí muy práctica, supera de lejos a la francesa. Y acaso la española sea algo más que una influencia» (Pío Moa, El derrumbe de la república y la guerra civil, Encuentro, Madrid 2001, pág. 192, nota l.). En cualquier caso, autores progresistas como Galeano prefieren usar el nombre Latinoamérica, desdeñando Hispanoamérica por tener connotaciones presuntamente conservadoras y reaccionarias (ver el artículo de Jorge Lombardero Álvarez «La Hispanidad según Zacarías», en El Catoblepas, nº 5, julio 2002, pág. 19). Lo más gracioso del caso es que Galeano y similares desprecian profundamente a la burguesía criolla, a la que consideran responsable de «venderse» al extranjero, pero no dudan en consumir a gusto su propio veneno, en este caso el uso de términos tan errados y confusos como Latinoamérica». En «Corrupción, pobreza y desgobierno en Hispanoamérica«. El Catoblepas • número 19 • septiembre 2003 • página 24.

Como vimos ya en otras entradas esta la visión negrolegendaria está presente incluso en reputados historiadores, intelectuales, profesores y demás, quienes se resisten a aplicar criterios éticos del siglo XXI para condenar las prácticas brutales de los aztecas, pero no escatima dardos contra los actos de depredación de los españoles, llegando a sugerir que hubo un genocidio.

Para ir terminando, sugerimos la lectura de Don Gustavo Bueno con su filosofía de la historia que nos ofrece en el Materialismo Filosófico. La teoría filosófica de la idea de imperio –que diferencia entre imperios generadores y depredadores, entre España e Inglaterra– o una teoría filosófica de la idea de nación, que distinga sus especies –nación biológica, nación étnica, nación histórica, nación política, nación fraccionaria– (véase al respecto Gustavo Bueno, España frente a Europa, Obras Completas 1, Pentalfa, Oviedo 2019). Y para ampliar más las lecturas, Don Gustavo Bueno nos ofrece, «La Teoría de la Esfera y el Descubrimiento de América»El Basilisco, nº 1 [1989]. También sugerimos la investigación de Iván Vélez, gran conocedor tanto de la figura como del mito de Cortés desde las coordenadas de la filosofía materialista de la historia referida, véanse «La conquista de México. Una nueva España», (La Esfera de los Libros, Madrid 2019), y «El mito de Cortés. De héroe universal a icono de la leyenda negra», (Encuentro, Madrid 2016). O «Imperios del mundo Atlántico» de John Elliott. O más aquí por estas latitudes (lo tengo en mi biblioteca), «Historia de la nación latinoamericana», de Jorge Abelardo Ramos.

Y con respecto a Eduardo Galeano, con posterioridad denostó su obra, renegó de ese libro. Mintió sobre la historia de España, caricaturizó a los españoles como bárbaros saqueadores e incívicos y despreciando el legado hispánico.

La Leyenda negra, es y en todo momento, el infundir (auto)odio a España y mantener separado al mundo hispano.

Luego lo seguimos.

Por Hugo R. Manfredi

Bonus Track.

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